Archivo para el marzo, 2019

Opinión | Podría ser (una flecha): Una lectura de la Colección Jumex

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Por Adriana Melchor Betancourt | Marzo, 2019

En 2017, exhibiciones como Radical Women: Latin American Art, 1960-1985 o We Wanted a Revolution: Black Radical Women, 1965–85 presentadas en Los Ángeles durante la iniciativa del Getty Pacific Standard Time LA/LA, fueron contundentes esfuerzos para escribir otras historias de arte, marginadas, particularmente en el contexto de Estados Unidos.

Recuerdo que en el Coloquio Internacional El museo foro. Espacios museales para un mundo intolerante —organizado por el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM)— Cecilia Fajardo-Hill compartió su experiencia al armar, junto con Andrea Giunta entre otras colaboradoras, el proyecto que les llevó ocho o siete años ver materializado.1 Contaba lo difícil que fue convencer al comité de ese entonces, así como los múltiples obstáculos para concretar esta importante tarea.

La publicación que acompaña la muestra y reúne la investigación es una joya de valor historiográfico, misma que el Museo Hammer acaba de compartir en su página de internet.

En 2016, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) expuso Si tiene dudas… pregunte. Una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer, bajo la curaduría de Karen Cordero. Misma que reunió la producción individual y colaborativa de una de las artistas más importantes del arte feminista en México. Asimismo, otro esfuerzo sustancial por revisar y descolocar las narrativas hegemónicas de la historia del arte es el libro Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas en México, de la investigadora Dina Comisarenco, publicado en 2017 por Artes de México.

Y ya para situarnos en el presente año, en el marco del Festival Tiempo de Mujeres del 08 al 17 de marzo sucedieron múltiples eventos que reflexionaron sobre la producción artística feminista y/o sobre la mujer y lo social. Por ejemplo, el proyecto curatorial de Elizabeth Ross Estirando el tiempo: o cómo no caer en la histeria, en el Museo del Metro; la exposición Madres, organizada por la revista Hysteria y Liz Misterio para el Faro del Oriente; y Tú de mí/yo de ti curada por Manuela García, Fernanda Barreto, María Cerdá Acebrón y Carla Rippey en el Museo de la Ciudad de México.

Cabe destacar que en este último se presentan también las muestras Silvia González de León. Una caja oscura 2008-2018, Kinderwunsch: Niños y deseo de la fotógrafa Ana Casas Broda y Aurora Reyes. Una vida en el arte 1908-1985, primera exponente feminista del muralismo mexicano. Finalmente, otra importante revisión historiográfica fue Las superocheras, en el Museo Universitario del Chopo.

En este extenso marco se sitúa Podría ser (una flecha). Una lectura de La Colección Jumex, cuyas curadoras Catalina Lozano y Maria Emilia Fernández señalan que se articula por constelaciones, es decir, por relaciones temporales entre obras de artistas mujeres que desarrollaron «estrategias conceptuales y formales» que cuestionaron y trastocaron no sólo nociones patriarcales sobre lo femenino, sino también los cánones tradicionales que dictaban los modos de producción en el arte.2

Constelaciones. Máquinas miméticas y mundos visuales, Percepción encarnada, Paisajes políticos, Afectos, Cuerpos y Espejos, articulan las secciones expositivas. Dos de las intenciones de esta iniciativa son: «re-balancear la predominancia de visibilidad de artistas hombres en el canon producido por la historia del arte occidental…» y cuestionar sobre cómo estos ejercicios curatoriales «pueden tener un impacto institucional sobre la forma en que el museo opera».3 

A través de la noción del inconsciente óptico de Walter Benjamin, que refiere a la creación de imágenes producidas a partir de procesos como el de la fotografía o el del cine, y que a su vez estas imágenes técnicas producen nuevos procesos de subjetivación, las obras de la muestra están atravesadas. Del primer núcleo, Constelaciones. Máquinas miméticas y mundos visuales, destaca la pieza Woman with a Camera (2009) de Anne Collier, una proyección continua de 19 diapositivas de 35 mm con cuadros de la película Eyes of Laura Mars (1976), protagonizada por Faye Dunaway.

Estas imágenes secuenciales muestran a una mujer detrás del lente de una cámara. Cuando el proyector avanza la diapositiva, el encuadre cambia poco a poco para revelar la mirada femenina que está detrás y en control de la cámara. Collier se apropia de representaciones de mujeres con cámaras, fotografías encontradas en anuncios y portadas de revistas; confrontando el medio como un espacio en el que se ejercen relaciones de poder y en donde la mujer, otra vez, es objeto de la mirada y consumo masculino.

No dejo de cruzar el título de la pieza con otro icónico título de la historia del cine, Man With a Movie Camera (1929) del cineasta soviético Dziga Vertov. Escribo este título en el buscador y me arroja una serie policiaca estadounidense con un nombre similar. Me es imposible no pensar que, aunque pueda parecer arbitrario, estos títulos evocan una producción audiovisual construida desde un canon y desde un sujeto específico masculino.

Aunque no lo haya encontrado enunciado en alguna entrevista a Collier, me parece que dicha pieza también podría estar a tono con otras de la exposición que directamente discuten y desmontan obras afamadas como la Fuente y La novia desnudada por sus solteros, conocida como El gran vidrio, de Marcel Duchamp o 4’33’’ de John Cage. Respectivamente, Sherri Levine, Hannah Wilke, Pauline Brody y Renate Lorenz se apropian de estas obras tan reputadas en la historia del arte occidental para revertirlas desde la crítica feminista.

Hannah Wilke Through The Large Glass (1976) es el registro de un performance que Wilke realizó en la década de los setenta. La artista se desnuda detrás de la pieza de Duchamp y es desde sus gestos, cuerpo y mirada que subvierte la representación violenta que el mismo título sugiere. Así también, con Silent (2016) instalación y video de Broudy y Lorenz, quienes invitan a la compositora transexual Aérea Negrot a interpretar en una primera parte la pieza más reconocida de Cage, para luego trastocarla con una canción que irrumpe en el espacio público, más específicamente en la Oranieplatz, un sitio de protesta para refugiados entre 2012 y 2014.

La obra reflexiona sobre el silencio como mecanismo represivo pero también como estrategia de disidencia y protesta. En esta misma línea se encuentra Sin título, de Rosemarie Trockel, pieza que cuestiona la técnica y los materiales que han definido —desde la academia de artes occidental— qué es la pintura y han delimitado, despectivamente, las fronteras entre el arte popular y las «bellas artes». Trockel utiliza el tejido, el cual monta sobre un bastidor para construir este señalamiento y jugar con las construcciones sobre forma y fondo.

Podría ser (una flecha) reúne piezas importantes de artistas mujeres que, para quienes han seguido las lecturas de la Colección Jumex, no sabíamos que estaban en sus bodegas. Uno de los objetivos del equipo curatorial, de acuerdo al texto introductorio del cuadernillo, es ver de qué manera estas decisiones influyen en la institución, en este caso el Museo Jumex. Y esto podría ser una premisa para otros recintos museísticos, espacios de exhibición, programaciones culturales e incluso académicas.

Ya no sólo basta cumplir con cuotas de género o con la inclusión de ciertos discursos dentro de sus programas de exposiciones. Hay que reflexionar sobre cómo es que estos ejercicios trastocan la estructura que sustentan nuestras instituciones y las dinámicas sociales bajo las que operamos sus colaboradoras.

¿Es que los mecanismos de legitimación de obras se modificarán?, ¿cómo cambiarán sus planes de adquisición?, ¿las dinámicas de la oferta y la demanda en el mercado serán diferentes, al respecto de la brecha salarial?, es decir, ¿los precios de las obras de mujeres artistas se regularán?4 ¿Será otra la percepción de los materiales y técnicas utilizadas en las artesanías? ¿Cómo impactará en el departamento de servicios educativos e incluso en el administrativo?

En la universidad en la que tuve mi primera formación como historiadora del arte los estudios de género y la teoría feminista eran impulsados fuertemente. Hoy quisiera saber cómo ha permeado esta currícula en su organización y estructura, y qué modificaciones se han propiciado a raíz de esto.

Sin duda hay avances, pero seguimos atentas a que estas apuestas en las programaciones no sólo sean cosméticas o un objetivo palomeado para un programa gubernamental de cultura. Mientras continúen los feminicidios y las denuncias a través de #MeToo porque el sistema jurídico de nuestro país es incapaz de defendernos, habrá que continuar trabajando más fuerte —en marabunta— para tomar más espacios de representación. #SeVaACaer

Foto: Woman with a Camera (2009), de Anne Collier.

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1 El/la otra: historias no oficiales en el museo – Cecilia Fajardo-Hill, en línea 26 de marzo de 2019. Disponible aquí.

2 Catalina Lozano. Podría (ser una flecha): Una lectura de la colección Jumex. Cuadernillo #16, Museo Jumex, 2018, p. 5.

3 Ibíd.

4 Taylor Whitten Brown. «Why is work of Female Artists Still Valued Less Than Work by Male Artists?». En línea 14 de marzo de 2019, disponible aquí.

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Adriana Melchor Betancourt estudió la licenciatura en la Universidad Iberoamericana y es maestra por la Universidad Nacional Autónoma de México, ambos grados en historia del arte. Ha colaboradora en distintas publicaciones dedicadas al arte contemporáneo y al diseño, entre ellas Ediciones TransversalesCaínLa TempestadCódigo y Blog de Crítica. Actualmente trabaja en la Sala de Arte Público Siqueiros e imparte clases en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Sincronía y abstracción geométrica en Galería RGR

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Por GASTV | Marzo 2019

Galería RGR presenta συν χρόνος, exposición colectiva que reflexiona sobre la continuidad formal y discursiva de la abstracción geométrica en el arte.

El título refiere a vocablos en griego antiguo que dan pie al término de sincronía: la simultaneidad de hechos y fenómenos. Bajo esta premisa, el curador Daniel Garza-Usabiaga conjuga obra de artistas modernos claves en el desarrollo de la no-figuración junto con piezas contemporáneas.

La exposición reflexiona sobre cómo más allá de las diferencias generacionales, de escuelas, técnicas y formatos entre cada artista, existen puntos en común o aristas a partir de las cuales las 15 piezas exhibidas se unen y dialogan entre sí.

Con obra de Eduardo Terrazas, Elias Crespin, Carlos Cruz-Diez, Victor Vasarely, Patrick Hamilton, Paul Muget, Francisco Salazar, Manuel Mérida y Jesús Soto.

Hasta el 25 de mayo de 2019.

Foto: Pieza de la serie Posibilidades de una estructura, subserie Cosmos (1974-2013), de Eduardo Terrazas.

A propósito: una revisión del Archivo Pecanins

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Por GASTV | Marzo 2019

Taller 138 y Salón Silicón presentan A propósito: una revisión del Archivo Pecanins, exposición que parte de una interpretación libre de piezas de la colección en diálogo con obras contemporáneas.

La selección del Archivo Pecanins integra a Sergio Aragonés, Helen Escobedo, Josep Guinovart, Francisco Icaza, Kazuya Sakai y Pita Amor; cuyas obras dibujan paralelismos en relación con las piezas de Circe Irasema, Natalia Millán, Antonio Bravo, Lucas Lugarihno, Vicente Razo y Apolo Cacho.

De esta manera, A propósito: una revisión del Archivo Pecanins contrasta las diferencias temporales y contextuales de las obras, pero también sus similitudes.

A partir del 04 de abril y hasta el 10 de mayo de 2019.

Foto: Semáforo, de Helen Escobedo | Cortesía.

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Studio visit: Circe Irasema | Antonio Bravo

Punto de partida, en MARCO

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Por GASTV | Marzo 2019

El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) presenta Punto de partida, exposición colectiva que —bajo la idea del pensamiento mestizo— muestra una lectura del arte contemporáneo internacional concebida desde México y su particular contexto histórico y geográfico, a partir de la Colección CIAC.

CIAC reúne obras de distintos lugares y contextos, distribuidas en cinco núcleos: identidad, territorio, economía, pedagogía y comunidad.

El mestizaje no se limita o reduce a dos posturas antagónicas que se confrontan, sino que genera una síntesis y la consecuente aparición de una tercera vía: la de lo híbrido, lo difuso, lo mezclado. El mestizaje, entendido como una forma de pensar, está fincado en un movimiento de cosas en donde no hay categorías absolutas ni cerradas, sino una multiplicidad de representaciones.

Punto de partida reúne más de 50 obras de 39 artistas como Tunga, Francis Alÿs, Leonor Antunes, Abraham Cruzvillegas, Mario García-Torres, Cindy Sherman, Fritzia Irízar, Damián Ortega, Superflex, Hélio Oiticia, Tomás Saraceno y Bruce Nauman.

Hasta el 28 de julio de 2019.

Foto: Untitled (the disappearance of the symbol), de Fritzia Irízar. 

Clave intermedia, de Sofía Táboas

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Por GASTV | Marzo 2019

Kurimanzutto presenta Clave intermedia, de Sofía Táboas, conjunto de obra que traduce ejercicios pictóricos y gráficos en esculturas. La artista se enfoca en estudiar las propiedades estéticas de materias naturales y artificiales cotidianas, además de indagar en la posibilidad de extraer algunas teorías pictóricas de su medio habitual.

La teoría del color marca la pauta para la producción de varias de las obras en la exposición, al mismo tiempo que parte del interés particular por las zonas intermedias que separan el espacio interior del exterior: puertas, rejas, ventanas, vitrales, mallas, cortinas y umbrales.

En su conjunto, Clave intermedia continúa con las investigaciones sobre las cualidades de la materia que Táboas ha realizado a lo largo de su carrera. Así, aborda las relaciones entre paisaje, arquitectura y escultura a través de ejercicios relacionados con la pintura.

Hasta el 04 de mayo de 2019.

Foto: Dellate de Lastre volcánico con ventana naranja (2019), de Sofía Táboas | kurimanzutto.

Encuesta: Desigualdad y violencia de género en el campo artístico

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Por Andrea Bravo, Elisa Schmelkes y Pamela Ballesteros | Marzo, 2019

De acuerdo a los indicadores desglosados en Economía Feminista, de Mercedes D’Alessandro, la brecha salarial, el techo de cristal, el trabajo doméstico no remunerado y las agresiones son algunas de las pautas más frecuentes y normalizadas de desigualdad y violencia de género.

Consideramos que es momento de trasladar la conversación al campo artístico y cultural donde también existen incidencias. A través de este sondeo representativo, convocamos al gremio a ejercer su participación, reflexión y denuncia. 

El cuestionario es anónimo, de libre circulación y estará activo durante un mes. Posteriormente, las contribuciones serán cuantificadas y publicadas desde GASTV para hacer de conocimiento público un panorama de las negligencias que atraviesan nuestro ambiente laboral.

Inicio de la encuesta aquí.

Ilustración: Flavita Banana.

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Archivo | Economía Feminista, una revision por Andrea Bravo

Efímero Eterno, de Moisés García Nava

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Por GASTV | Marzo 2019

Parallel Oaxaca presenta Efímero Eterno, de Moisés García Nava (Oaxaca, 1980). Exposición que reúne obras inéditas derivadas de la yuxtaposición escultórica de percepciones físicas del espacio desde la óptica del cuerpo humano. El cuerpo, entendido como dibujo y espacio de producción es resultado del desdoblamiento existencial y metafísico, individual y místico de tiempos, materialidades y escalas.

Las construcciones escultóricas de García Nava activan desplazamientos en formas de rotación y movimiento, su interés en narrativas radiales construye sistemas de valor donde la memoria material de un cuerpo se descubre por su ausencia.  La instalación escultórica amalgama madera, piedra, vidrio, tierra, metal y papel, elementos que simbolizan la experiencia habitual y el mundo natural.

El cuerpo performativo del artista se inserta evocando la gravedad, tanto física como simbólica. Los gestos escultóricos conectan la idea de tránsito entre lo microcósmico, lo humano y lo universal.

Hasta el 29 de marzo de 2019.

Foto: Cortesía Parallel Oaxaca.

Convocatoria PAC 2019

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Por GASTV | Abril, 2019

El Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) abre su convocatoria dirigida a artistas, curadores y gestores culturales de las distintas ciudades de México, para presentar proyectos en el campo de las artes visuales contemporáneas en las categorías de espacios independientes, programas educativos, proyectos curatoriales y publicaciones.

El objetivo es reconocer e incentivar programas, proyectos e iniciativas sin fines de lucro que aporten al desarrollo de la investigación, la producción y difusión del arte contemporáneo en y desde México.

Entre los requisitos generales se indica la presentación completa del proyecto por rubro y llenar el formulario en línea hasta el 15 de abril de 2019.

Consulta y descarga la convocatoria completa aquí.

Foto: Local.mx

Portadores de sentido. Arte contemporáneo en la Colección Patricia Phelps de Cisneros

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Por GASTV | Marzo 2019

Museo Amparo presenta Portadores de sentido. Arte contemporáneo en la Colección Patricia Phelps de Cisneros, exposición colectiva que reúne piezas de 70 artistas de 16 países de América Latina y el Caribe adquiridas por la colección entre 1990 y 2015.

La muestra se centra en los diálogos entre la colección de arte contemporáneo y temas como arte moderno, arte colonial, artistas viajeros del siglo XIX y objetos etnográficos de la cuenta del río Orinoco.

De esta manera, la exposición despliega a cada artista como pensador analítico y sensible de su entorno que, junto con sus obras, es portador de sentido.

Con piezas de Laura Anderson Barbata, Juan Emanuel Echavarría, Jac Leirner, Feliciano Centurión, José Bedia, Amalia Pica, Oswaldo Terreros, Jonathan Harker, Federico Herrero, Suwon Lee, Eduardo Navarro, Iosu Aramburu, Mario García Torres, Pia Camil, Anthony Aziz, Jessica Lagunas, Fernanda Laguna, Nadín Ospina, entre más.

Hasta el 22 de julio de 2018.

Foto: Poema Volcánico, de Eduardo Navarro.

Opinión | Graciela Iturbide, naturaleza ambigua

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Por Elena Piedra | Marzo, 2019

Es un día seco. Una mujer de rostro impasible se para sobre las puntas de sus pies para tender al sol lo que parece ser una prenda interior. El pastoso olor a tierra húmeda de sangre viaja con las pocas ráfagas de viento que cruzan la hacienda El Rosario. Lo que la mujer sostiene en sus manos como ofrenda al cielo no es una camiseta ni el calzoncillo de ella o de alguno de sus hijos; es un trozo de cabra, son las tripas de una de las 140 que han muerto en la matanza anual de Santa María Xochixtlapilco. Es un día seco, uno de los quince en que los ríos se tiñen de rojo y la gente amamanta, duerme y ríe, echada en el petate, junto a los cuerpos de los animales muertos.

A partir de En el nombre del padre, 1992

Graciela Iturbide (México, 1942) se acerca a las cosas y a las personas desvistiéndose de significados y preconcepciones. Su mirada no juzga, pero imprime en la imagen una sombra de emoción interna que, al tiempo que permite al ojo espectador sorprenderse con lo conocido, lo nubla con sus propias inquietudes y obsesiones.

Desde el pasado noviembre, el Palacio de Iturbide presenta Cuando habla la luz, exposición que reúne 270 piezas de la fotógrafa mexicana, quien lleva más de 50 años haciendo espejo en los rostros, rituales y paisajes en México y el mundo.

Entre lo artístico y lo documental

De familia conservadora y formación católica, Iturbide ingresó a los 27 años al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Ahí conoció al fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y se acercó al trabajo de W. Eugene Smith, Josef Koudelka, Henri Cartier Bresson e Hiroshi Hamaya. Durante los años 70, comisionada por el Instituto Nacional Indigenista, viajó por el país retratando poblaciones y documentando las costumbres y paisajes de diversas comunidades indígenas.

Fue esa tarea etnográfica la que la llevó a su gran tema y le tendió puentes hacia el otro, hacia las expresiones y tradiciones al margen de la cultura hegemónica; la misma que, además, alentó su soltura para entrar en sintonía con las personas a quienes fotografía, cualidad que brilla en la complicidad y fuerza lograda en sus retratos.

Al margen del registro y el testimonio, Iturbide experimentó con la cámara y la composición de sus fotografías alcanzando un estilo que puede reconocerse lo mismo en vistas desoladas de Baja California, Tennessee o Japón.

Las imágenes abren la puerta a sus cavilaciones y deslizan la mirada del público observador hacia su interior. Es la impresión de su esencia —o autoría— la que cubre de belleza el cuerpo de un hombre en vestido de flores (Magnolia, Juchitán, 1986), la que lava de violencia la escena de un niño dormido junto a una cabra desangrada (El sueño, La Mixteca, 1992), la que ante una joven se pregunta sobre la vejez y la feminidad (Quince años, Juchitán, 1986) y en una feria enfatiza el tránsito de la vida hacia la muerte (En casa de la muerte, 1990).

Graciela Iturbide permanece en sus fotografías, en el marco de situaciones tan reales que lindan con el terror y la fantasía; en la captura de símbolos o alegorías tan cotidianos que han dejado de ser visibles; en el revelado de rostros francos que dan cuenta de otras formas de ser. Ahí está ella, siempre, con su voz reptante, susurrando emociones al oído del espectador y obligándolo a mirar lo que no sabía que estaba allí.

De lo exótico al orgullo

Muchos han dicho que, en la fotografía, uno busca fuera lo que lleva dentro, y puede ser la sinceridad de Iturbide la que encuentra motivos en desenvoltura y libertad. Lejos de la visión exótica del mundo indígena y de la representación estereotípica de las tradiciones, sus protagonistas y escenas han creado un imaginario particular de las costumbres e identidades culturales.

Algo en su trayectoria y formación conservadora le forjó una fascinación horizontal que mira las esencias y la ha dejado conocer la cultura y las tradiciones, desde sí misma y no desde las visiones preconcebidas de la historia nacional, el cempasúchil y los atados de alcatraces. Así, también, su participación en la realidad que transmite le ha conferido la potestad de crear simbolismos íntimos —pájaros, angelitos, lagartos y serpientes—, y su vivencia en carne propia de los lugares y las personas un entendimiento particular de cada grupo: los seris, evanescentes nómadas del norte; y las mujeres juchitecas, leyendas rotundas del sur.

La muerte, la desnudez femenina, la homosexualidad, la identidad indígena; en las poses y las miradas de quienes Graciela Iturbide retrata no existe la vergüenza ni la modestia. Siempre la actitud orgullosa que amenaza la concepción del mundo de la mayoría —un mundo de culpas, tabúes y jerarquías—, siempre en complicidad con la sombra de ella misma en el cuadro.

La belleza de sus fotografías, en la fuerza de los lugares y las personas mismas no busca la aceptación de nadie, no busca acatar las convenciones. Sin embargo, por inquietante o terrorífica que puedan resultar, en todas es innegable la calidad del trabajo técnico de la artista.

Entre la tradición y la modernidad

Otro de los valores de la obra de Iturbide surge de su obsesión por los ritos y las tradiciones. Desde la venta en el mercado hasta la noche posterior al rapto de una joven, sus fotografías reparan en la vitalidad de las costumbres y su voz reza la tergiversación del sincretismo original.

En Los que viven en la arena, colección sobre los seris, su lente revela un grupo indígena que, en sus últimos tiempos de nomadismo, recorre el desierto de Sonora, llevando consigo una pluralidad de influencias que hace pensar en las antiguas culturas del norte pero también en una condición fronteriza reciente.

La mezcla de las creencias originarias con la adopción de figuras modernas da lugar a fotografías que, además de resultar casi fantásticas, quitan la máscara al mundo real y lo muestran en su eterna ambigüedad: la vida y la muerte (Novia muerte, Chalma, 1990), la belleza del dolor (Duelo, Chiapas, 1975), lo aterrador de la inocencia (Primera comunión, Chalma, 1984), el acuerdo sobre la violencia (La felicidad, La Mixteca, 1992) y sobre la sensualidad (Rosa, Juchitán, 1979).

Graciela Iturbide hace espejo en imágenes de vírgenes vampiresas, ángeles enterrados o santos lagartos y da luz a la teatralidad de los ritos que, de una u otra manera, forman parte de la cultura y vida cotidiana de la población. No tiene pudor en mostrar la matanza de cabras de la Mixteca ni la carne de una mujer bañándose a jicarazos. No hay drama, ni tragedia, solo es. Un mundo real, crudo pero maravilloso, que se contrapone cada tanto a la idea de civilización que abandera el discurso dominante.

Su fotografía provoca, da vértigo y despierta una lujuria que amenaza desde adentro. Uno mira lo que no sabía que estaba y reconoce en sí mismo la ambigüedad y el sincretismo —medio idólatra, medio religioso; medio racional, medio animal; medio vivo y medio muerto—.

La obra de Iturbide es huella de su deambular por la alteridad. Conducida por sus obsesiones ha andado entre las creencias, las fiestas, la maternidad y la matanza. Su quehacer recuerda constantemente que los rituales son alegorías de la vida, que la concepción del mundo se sostiene en redes de significados y representaciones que no son más que eso.

A través de sus fotos el público espectador entiende que lo otro también lo integra; que el cuerpo es barro y la negrura del vello negro, un túnel de deseo; que cualquiera puede reconocerse en la cotidianidad de un día, en el acto mínimo de las risas, de la violencia y la muerte; que como las raíces de un árbol constriñen la casa, la naturaleza aplasta cualquier intento de irle en contra y que eso, es lo que único que rige la realidad.

Cuando habla la luz hasta el 12 de abril de 2019.

Foto: En el nombre del padre, Graciela Iturbide | Hydra + Fotografía.

Felipe Mujica & Joe Villablanca en Carta Blanca

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Por GASTV | Marzo 2019

Carta Blanca presenta No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso /o/ Moverle las caderas al presente con los ojos pestañeando desde los aeropuertos del futuro -o- Hay que saltar del corazón al mundo, proyecto de Joe Villablanca (Chile, 1971) y Felipe Mujica (Chile, 1974).

Ambos artistas junto a Diego Fernández son fundadores de Galería Chilena en 1997, espacio independiente nómada y comercial que tuvo como objetivo abrir mercado para una nueva generación de artistas. Bajo esta idea, el proyecto recorrió la ciudad de Santiago por dos años y medio, adaptando espacios no convencionales para el arte.

Aunque las obras de Mujica y Villablanca difieren en el uso de soportes, comparten el interés por la poética de lo precario y efímero. Para el espacio en la Ciudad de México, ambos artistas saturan el espacio y presentan un grupo de Pinturas Hemisféricas (2018), pintadas con las manos sobre cartón que desenvuelven paisajes, personajes, objetos, escenarios y ornamentos, además de piezas individuales a manera de una breve retrospectiva.

Hasta el 06 de abril de 2019.

Foto: Arriba como ramas que un mismo viento mueve (2014), exposición de Felipe Mujica en el Museo Experimental El Eco.

Flujo Mundo, de Roberto Rébora

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Por GASTV | Marzo, 2019

Celda Contemporánea, espacio expositivo de la Universidad del Claustro de Sor Juana, presenta Flujo Mundo, de Roberto Rébora (Guadalajara, 1963). Exposición que, bajo la curaduría de Daniel Garza Usabiaga, reúne producción reciente y una selección de piezas antológicas de los últimos veinte años de trabajo.

Desde su práctica artística, Rébora se ha interesado en la visión social de la realidad que le rodea y en la que se desenvuelve. Por ejemplo en la serie Media Star, ejercicio plástico que materializa la energía electromagnética del ciberespacio y el reflejo de la atención que exigen los medios de comunicación virtuales hoy en día.

Actualmente ese mismo trabajo lo ha llevado hacia la identificación de la individualidad del ser en el flujo continuo de la virtualidad de las redes. Inquietud de la que se desprende Flujo Mundo, producción que da continuidad a la búsqueda del individuo dentro de la invasión diaria de redes sociales y dinámicas digitales.

Por otro lado, Roberto Rébora es fundador de Taller Ditoria, editorial reconocida por su producción artesanal desde la tradición tipográfica.

Hasta el 20 de mayo de 2019.

Foto: Cortesía Celda Contemporánea.

Studio visit | Antonio Bravo

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Por Paola Eguiluz | Marzo, 2019

Son sus hijos, su carne y su sangre
en la pena, sufridos y estoicos
en la guerra, patriotas y heroicos
y en la paz, hombres son de labor

Fragmento Himno del Estado de México

Villa Nicolás Romero fue como me enseñaron en la primaria el nombre de este municipio, uno de los 125 que integran el Estado de México. La historia de los nicolasromerenses está marcada por un acelerado proceso de industrialización. Tres fábricas textiles establecidas a mediados del siglo XIX en La Colmena, Barrón y San Ildefonso definieron el rumbo de su población, que pasó de campesina a obrera, convirtiendo al mismo tiempo el municipio en precursor nacional de la lucha laboral organizada contra las largas jornadas de trabajo.

Avanzan los kilómetros del metro Rosario al Estado de México, el paisaje se torna monocromático y el hacinamiento —resultado de la falta de planeación urbana— es cada vez más evidente. Nicolás Romero podría pasar casi por cualquiera de los municipios mexiquenses que rodean la Ciudad de México, salvo por la irrupción de las bodegas de distribución de una cervecera, enmarcadas por pasto verde impecablemente podado, esculturas, aviones y autos clásicos, indicativo de lo que, a finales de 1990 por decreto y gestiones del ayuntamiento, dejó de ser una villa para convertirse en ciudad.

Recuerdo a Antonio Bravo (Estado de México, 1983) en el intenso frío del Cerro de la Bufa en Zacatecas. Afinaba los últimos detalles de su obra Albarrada, comisionada por la XIII Bienal FEMSA. La labor física que demandó la pieza se le notaba en el rostro junto a los trabajadores que lo acompañaron en las maniobras.

Hace unos días, cuando le propuse la visita de estudio, Antonio respondió que no tenía propiamente uno y que trabajaba en su casa en Nicolás Romero, «si te animas a ir por allá, vamos». Me resultó simpática su respuesta, los que vivimos lejos sabemos que viajar más de 40 minutos después de la terminal de una línea del metro no es impedimento. Para mí tenía sentido, su obra lleva implícito el esfuerzo, en este caso el del desplazamiento.

Además del recorrido histórico sobre Nicolás Romero que me dio Antonio a lo largo del camino, platicamos de las casi tres horas que hacía para llegar a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado «La Esmeralda», donde estudió y negoció una especie de educación a distancia con algunos de sus profesores para sortear la licenciatura.

Al llegar a su casa subimos al primer piso, dos habitaciones están destinadas como su espacio de trabajo. Lo primero que llama mi atención al subir las escaleras son las tiras de madera y pedazos de tablaroca recargados en el muro. Se trata de los restos de La casa dentro del cuarto (2011-2013), una instalación que, como su nombre lo indica, fue adaptada en su habitación. A partir de notas periodísticas sobre el Proyecto Nacional de Vivienda implementado por el entonces presidente Felipe Calderón, Antonio reflexionó sobre la medialidad y problemática en los servicios básicos de casa habitación.

«La estética obedecía al material encontrado. Las imágenes de referencia que tomaba en la calle y del periódico me dieron la posibilidad de estudiar el espacio y el cuerpo. Estudiaba la intervención de un lugar en relación a mi cuerpo. Ahí adentro aprendí la cuestión formal sobre cómo estaba pensando espacialmente los objetos y mi corporalidad».

A lo largo de tres años, Antonio documentó el proceso de construcción e hizo intervenciones y acciones que desembocaron en una serie de cinco videos. Para uno de ellos, Heterolesion (2012), invitó a una familia a habitar todo un fin de semana la casa. Posteriormente, hubo una inauguración en compañía de los amigos que colaboraron y se proyectaron los audiovisuales producidos. La instalación finalizó no sin antes ofertarla en el mercado, «la puse en renta, publiqué mi número y nunca nadie me habló», me comenta.

En paralelo al proyecto de vivienda, Antonio tomó de periódicos imágenes que aludían a la revuelta. La fotografía que detonó este largo proceso de investigación fue publicada en La Jornada el 04 de febrero de 2011: Un grupo de manifestantes en la plaza Tahir, Egipto, se enfrentaba con piedras y escudos improvisados a los partidarios del dictador Hosni Mubarak. Así, a partir de aquella fotografía realizó una serie de dibujos que desembocaron en una talla en cantera, misma que dejó a la libre interpretación del maestro que la esculpió.

Con el tiempo, el archivo de Antonio fue migrando de lo impreso a lo digital. Reunió una amplia base de imágenes de revueltas donde la piedra era la protagonista.

Sobre su mesa de trabajo cuelgan tres piezas particulares, Escudos para la revuelta (2011) es una de las obras que se desprenden de la investigación iniciada con las notas de periódico. Los objetos, elaborados a voluntad del herrero, fueron construidos con base en las fotografías de su archivo utilizando material reciclado y posteriormente, puestos en práctica durante un ejercicio de subversión que realizó el artista.

En una plaza púbica del municipio Isidro Fabela, Estado de México, Antonio pidió permiso para aventar piedras. Llevó los escudos y recolectó las rocas que le servirían como proyectiles en un enfrentamiento entre él y sus amigos. Al finalizar la acción, hizo una encuesta para saber cuál era la piedra más adecuada para fungir como arma. Después de encontrarla, se dio a la tarea de pulirla con su mano derecha adaptándola —irónica y metafóricamente— a su mano izquierda. De este proceso surge Prototipo No. 1 (2011).

La inquietud de Antonio por hallar la piedra correcta continuó. Reprodujo el prototipo e hizo vaciados en plastilina que le entregó a once personas con distintos perfiles: un psicólogo social, un ingeniero, una estudiante de medicina, un diseñador industrial, un lingüista, un estudiante de geología, un porro, una maestra en física, un amigo, su sobrino y el maestro cantero. La consigna fue modelar y manipular la piedra de acuerdo a sus necesidades y experiencia. A la par, el artista estudiaba todos los dispositivos empleados en justas deportivas para ser lanzados.

La piedra ideal resultó del promedio de tres cosas: la primera piedra, la media de las once formas que obtuvo y el análisis de los objetos deportivos. Con esta información hizo un vaciado en cemento que se puede sostener de varias formas para ser lanzado por diestros o zurdos con un rango de edad entre los 6 y 65 años.

El siguiente pasó fue plantear un estudio minucioso que incluía las pruebas de lanzamiento, las gráficas del comportamiento del objeto y el rango de operación, seguido de una metodología propia del diseño industrial abarcando la gestación, la funcionalidad, el factor económico y el desarrollo del problema.

«El objetivo era la perfección, que se encontraba entre la comodidad, la seguridad y la letalidad. La efectividad radicaba en el bajo riesgo de lesión del operador, en minimizar el esfuerzo físico y en el aumento de la puntería de la persona ejecutante, así como en el daño físico provocado al impactarse, el cual se logra entre la ergonomía y la aerodinámica.

Se hizo el flujo de operación: tomar el proyectil, agarrar impulso, imprimir fuerza, arrojarlo, el trayecto en el aire, su impacto y la victoria… porque no hay que olvidar que en realidad es un arma, un arma de contusión arrojadiza de mano».

Después de todo el proceso, Antonio comenta que La piedra perfecta (2013) finalmente pudo aterrizarla en una talla en cantera Púlpito del Diablo, material caracterizado por su dureza. Para esta ocasión, a pesar de tener la opción de hacer el modelado e impresión 3D, le solicitó al maestro cantero apegarse milimétricamente al modelo en plastilina entregado. El diseño obtenido daba un mejor rendimiento para causar mayor impacto en el enemigo aunque continua siendo un instrumento que es poco probable resulte mortal.

El trabajo de investigación que hizo Antonio podría equipararlo a un proyecto del posgrado en Ciencias de la Complejidad. Es en extremo meticuloso. La conclusión, aparentemente simple, a la que llegó el artista es que la piedra perfecta podría ser cualquier piedra:

«Es importante cuando la tienes en tu mano, si en algún momento este dispositivo puede empoderarte es cuando está en tu palma. Cuando la arrojas aunque impactes al enemigo, ya se te fue energía y perdiste la herramienta que te brindaba cierta protección».

Foto: Cortesía del artista.

Antonio comenta —con cierto pesar— que la piedra ahora forma parte de una colección, curiosamente de una compañía de seguros. Sin embargo, su trabajo con piedras no termina ahí.

Se acerca a un mueble de la habitación y toma un libro de color rojo. Al hojearlo, es inevitable la referencia a Sublevaciones de Georges Didi-Huberman. Decenas de imágenes de cuerpos en situaciones de conflicto intervenidas digitalmente con líneas blancas que señalan el lugar donde se ubicaban las piedras.

El libro Documentación para la piedra perfecta (2011-2014) recorre fotografías (autoría de Antonio) e imágenes periodísticas acerca de Atenco, la primavera árabe, las manifestaciones del 1º de diciembre en contra de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, el plantón magisterial en el Zócalo de la Ciudad de México y otros conflictos en Kiev, Grecia, Turquía, Palestina, Venezuela, Bolivia y Siria.

Motivado por el libro, Antonio recuerda cómo surgió el proyecto Estudio sobre revuelta: esfuerzo y trabajo (2016) que realizó durante la cuarta edición del Programa BBVA Bancomer-MACG. Si bien, había reflexionado los últimos años sobre la piedra y su capacidad de empoderar a un individuo, para esta ocasión, exploró las imágenes desde la colectividad.

Observó cómo «el cuerpo en una situación de revuelta modifica cierta materialidad o espacio para mejorar sus condiciones de protección». El cuerpo colectivo en el espacio público hace que surjan nuevas formas de actuar que devienen en dispositivos como una barricada. Una colectividad trabajando para construir algo y defenderse, modifica la dimensión espacial y perceptual del instante.

Antonio estableció una tipología de la barricada a partir de la información visual de su archivo personal, y con más de 1.5 toneladas de cantera extraída manualmente erigió su propio muro. El esfuerzo de las implicaciones materiales de la pieza es en sí mismo un gesto y una constante en su trabajo. No solo se interesa en la parte conceptual de las obras, sus reflexiones las lleva al terreno de la ejecución. Aplica fuerza sobre la materia para modificar la temporalidad cotidiana de los involucrados y los obliga a reconocer su propia corporalidad durante el proceso.

Foto: Cortesía del artista.

Pasamos a la siguiente habitación donde conviven dibujos de gran formato en tinta china, parte de la serie presentada en el Museo de Arte de Sinaloa (MASIN) y, al otro extremo, la segunda parte del proyecto que actualmente se exhibe en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). En los dibujos de Siempre los primeros pasos (2015) Antonio busca involucrar todo el cuerpo al momento de dibujar. Para ello, aumenta el formato de los 15 dibujos y reflexiona sobre el cuerpo durante la revuelta, así como la experiencia del cuerpo en el dibujo.

De estas imágenes, casi irreconocibles, se desprende una investigación alrededor de la figura del Pípila. A partir del imaginario nacional, Antonio hizo un estudio iconográfico sobre el mítico personaje de la Independencia de México, calculó el peso y las dimensiones de la losa con la que se ha representado en pinturas y esculturas. La información que arrojó su pesquisa fue que el pedazo de piedra del que se sirvió oscilaba entro los 90 y 335 kilogramos.

Resultado de la preocupación de Antonio por llevar a lo corporal sus investigaciones, hizo el video 7 minutos o más (2016) en el que se ve al artista cargando piedras con un peso de 85 kg durante el tiempo que supuestamente demoró el Pípila en prenderle fuego a la puerta de la Alhóndiga de Granaditas. Aunque no consideró el desplazamiento con la piedra —que implica otro esfuerzo más—, Antonio concluye que «es posible cargar la losa durante ese tiempo, a pesar de no tener la adrenalina de por medio y la encomienda de tener que liberar al país».

Foto: Cortesía del artista.

Roca partida es el significado en náhuatl de Tepexi de Rodríguez, municipio de Puebla. Es también el origen y sitio del proyecto más reciente de Antonio Piedra partida (2015-2019), que conjuga múltiples procesos y momentos con la singularidad de involucrar una cuestión afectiva y personal.

Los padres de Antonio son originarios de Tepexi, lugar que frecuenta desde su infancia. Una de las razones para producir su obra ahí deriva del rompimiento con la tradición de trabajo y tipo de vida a causa de la migración de su familia a la ciudad. Antonio señala que si bien Tepexi no es un pueblo en proceso de reivindicación o en resistencia —entendida desde la política partidista—, ejerce una resistencia del día a día.

La comprensión de sustentar la vida con la tierra y el involucramiento del cuerpo para hacer vívido el proceso de trabajo que le enseñó su familia, quedó registrado en el video Sembrar piedras (2015), acción donde Antonio limpió el terreno, hizo el surco, sembró y esperó a que llegara el temporal, aunque no dio nada.

Sobre el librero de la habitación de Antonio se asoman una par de bolsas con semillas. Le pregunto por ellas y me cuenta que son la paga recibida por el trabajo que hizo en 2016. Ese año sus familiares le prestaron un pedazo de tierra para sembrar maíz y frijol. En 2017 llovió en abundancia y cosechó bien, guardó las mejores semillas para el siguiente año, pero en 2018 el temporal fue terrible, no llovió nada. Este año piensa regresar a sembrar esas semillas junto con unas viejas que pertenecían a sus padres.

«Me parece importante enunciarte desde lo que eres, desde la experiencia más cercana que es tu familia».

Ante la invitación para participar en Temporal. Programa de residencias organizado por el MUAC y el Museo Amparo, Antonio optó por continuar en Tepexi y desarrollar Lecciones de cosecha (2016-2018), parte del proyecto Piedra partida. Todos los días se dedicó a trabajar en el campo a la par que los demás y al finalizar su jornada hacía anotaciones de lo acontecido.

A partir de sus notas, Antonio extrajo una serie de enunciados que acompañó con fotografías tomadas previamente sin alguna relación inicial. Con las imágenes hizo gráficos que posteriormente ocultaría con tinta hasta obtener un conjunto de formas que devendrían en esculturas hechas con tierra colada de terrenos cultivables en algún momento. El montaje de las obras remite a un paisaje de formas orgánicas, como si una cordillera surgiera de la parcela que instaló en el museo.

Pese a que la residencia terminó y la muestra está por concluir, Antonio continúa trabajando en la segunda parte que lleva por nombre Lecciones de siembra y de la que se desprenden 52 nuevos enunciados.

«Siempre está prendida la guerra aquí»

«Los prendieron con su propio huachicol»

«Ahora las mujeres van en punta»

Con los muros de su cuarto tapizados de textos, gráficos y masas negras de las que Antonio tiene historias que contar con cada una, concluimos la visita. El paisaje que permea por su ventana me recuerda dónde estamos parados. Así como no hay un lugar único para la exhibición de obras, tampoco existe un sitio ideal para la producción artística, sin embargo, sus piezas se apropian y potencian en un espacio tan particular como Nicolás Romero.

El trabajo de Antonio Bravo es cuerpo, afecto y resistencia. La sutileza en la transición entre una obra y otra, así como la cotidianidad implícita en su trabajo, están envueltas en capas históricas, sociales y políticas. Para penetrar en la complejidad de su discurso, hay que mirar con detenimiento la documentación y el contexto en donde su trabajo toma forma.

«Me gusta que los enunciados no sean literalmente políticos, aunque al final terminan siéndolo porque así es la vida». 


Fotos de estudio: Sebastian Rico.


Cómo aprendí a robar (Un capítulo sobre mis lecciones de dibujo), de Daniel Monroy Cuevas

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Por GASTV | Marzo, 2019

Arredondo \ Arozarena presenta Cómo aprendí a robar (Un capítulo sobre mis lecciones de dibujo), de Daniel Monroy Cuevas (México, 1980). Exposición individual cuyas escenas surgen de la breve estancia de Sergei Eisenstein en México, de los dibujos que el cineasta le regaló a su amigo Gabriel Fernández Ledesma y que eventualmente se resguardaron en la Cineteca Nacional.

Estos dibujos desaparecieron del lobby en 1982, donde se encontraban en exhibición permanente. Las reproducciones de Monroy Cuevas no son fieles, son imágenes negativas, falsos facsímiles, recreaciones de una memoria apócrifa.

A primera vista, la línea de estos dibujos contrasta con la sobriedad de las producciones cinematográficas del soviético: un trazo, desinhibido, crea figuras que flotan en un espacio líquido, cuerpos polimorfos, envueltos en situaciones complicadas y aleatorias, por no decir obscenas. Obscenas, no en el sentido de indecencia, sino porque suceden fuera todo lo que inaugura el mito de Eisenstein, generalmente asociado con el folclorismo genérico, el moralismo oficialista y el nacionalismo masculinista de Emilio «El Indio» Fernández.

Ahora, en la obra de Monroy Cuevas, estos dibujos reaparecen en una suerte de imagen negativa, grabada sobre un fondo oscuro; un extraño facsímil, calcado de otro facsímil, derivado de un «original» sumergido en un mar de misterio: una pista del universo censurado del cine.

Hasta el 04 de abril de 2019. 

Foto: SOMA México.

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Studio visit | Daniel Monroy Cuevas

Casa Equis: un año de coleccionismo

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Por GASTV | Marzo, 2019

Desde marzo de 2018, Casa Equis funciona como espacio independiente y galería artística abierta a distintas actividades expositivas que incentivan el coleccionismo de arte contemporáneo en la Ciudad de México.

Bajo la dirección de Diego Beyró y Carleti López Traviesa, Casa Equis ha llevado a cabo 14 exposiciones individuales, 7 mercados de arte, 5 residencias de artistas y una feria de arte.

Recientemente, la galería expandió su espacio a dos salas, una acondicionada para mostrar obras destinadas a venta, y otra abierta a exposiciones individuales y multidisciplinarias de artistas emergentes.

Abierta de martes a domingo en Doctor Enrique González Martínez 7A, Santa María la Ribera.

Foto: Cortesía Casa Equis.

Conciencia sagrada, de Carlos García-Noriega Bueno

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Por GASTV | Marzo, 2019

Galería de Arte Mexicano (GAM) presenta Conciencia sagrada, de Carlos García-Noriega Bueno (México, 1983), un cuerpo de esculturas en el que las formas y los planos mutan en un gesto utópico orientado a generar una emoción más cercana al espíritu del público espectador.

Conciencia sagrada abre un diálogo entre opuestos entre las esculturas estructurales que cobran materialidad a través de principios arquitectónicos y que, más que objetos determinados, son lugares y detonantes de relaciones.

Hasta el 24 de abril de 2019.

Foto: Cortesía de GAM.

Festival Tiempo de Mujeres

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Por GASTV | Marzo, 2019

Secretaría de Cultura organiza el Festival Tiempo de Mujeres, el primero de distintos encuentros multidisciplinarios e intergeneracionales para promover los derechos culturales de las ciudadanas. En este margen, el Museo de la Ciudad de México presenta cuatro exposiciones.

Silvia González de León. Una caja oscura 2008-2018 incluye más de cincuenta imágenes que evocan ambientes íntimos, retratos, naturaleza y escenas urbanas, así como distintos elementos que la artista ha usado a lo largo de este proyecto de diez años, a través del soporte de cámaras estenopeicas.

Ana Casas Broda expone Kinderwunsch, recorrido fotográfico sobre la maternidad, centrada en la memoria e identidad, la muestra explora la experiencia, el cuerpo y las acciones personales de la autora. Por su parte, Aurora Reyes. Una vida en el arte 1908-1985 es una retrospectiva con más de cien obras en dibujo, pintura, fotografía, video, archivo y reproducción de murales de la conocida primera muralista feminista en México.

Tú de mí, yo de ti, es un ejercicio curatorial colectivo a cago de Fernanda Barreto, María Cerdá Acebrón, Manuela García y Carla Rippey, que fortalece las relaciones entre diferentes generaciones y producciones bajo un ejercicio horizontal. Algunas de las artistas reunidas son Eunice Adorno, Yolanda Andrade, Fernanda Barreto, Wendy Cabrera, Dulce Chacón, Sofía Echeverri, Ana Gallardo, Daniela Libertad, Sofía Táboas, Laureana Toledo, Lucía Vidales y Pamela Zeferino.

De manera paralela Galia Eibenschutz, Bárbara Foulkes, Gabriela Galván, Trini Ibarra, Nadia Lartigue, Geni Thalia y Pilar Villela realizarán activaciones performáticas en torno a la muestra.

Hasta el 28 de abril de 2019.

Foto: Marea, de Laureana Toledo | Cortesía del Museo de la Ciudad de México.

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Studio Visit: Galia Eibenschutz | Dulce Chacón | Lucía Vidales

Economía Feminista, una revisión por Andrea Bravo

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Marzo, 2019

«[…] dónde comienza y termina nuestro trabajo, dónde comienzan y acaban nuestros deseos».

La teoría y literatura feminista más reciente habla de la necesidad de dinamitar el mundo como lo conocemos e imaginar nuevas formas de construir relaciones, valores y modos de organización social. El feminismo de hoy, se dice, quiere transformar todo.

A ese todo, hiperbólico y un tanto romántico, hace falta inflamarlo de contenido, apuntar pormenores enumerados y notas al pie con porcentajes, estadísticas y gráficas para mapear el paisaje que se ha de desmantelar. Economía feminista: Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour), de la economista Mercedes D’Alessandro (Argentina, 1978), es un libro que funciona precisamente como un compendio de recursos, datos y análisis que ilustran la muy mentada desigualdad. A su vez, la publicación cuantifica los obstáculos a los que nos enfrentamos las mujeres en las actividades contemporáneas.

Economía feminista teje y desteje desde la filosofía, la cultura pop y la teoría económica, desigualdades medibles en brechas salariales, trabajo doméstico no remunerado, precarización de la maternidad en el sistema, el techo de cristal y otros micromachismos que salpican la experiencia profesional y económica de las mujeres. Cifras y tablas que aisladas son una representación indignante, pero conectadas entre sí arman una trama compleja que abruma por su obviedad.

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No es novedad que las mujeres ganan en promedio 25% menos que los hombres por hacer el mismo trabajo a pesar de que a nivel global ellas han superado a los varones en las tasas de asistencia y graduación de las universidades. Es menos sabido que los números indican que las mujeres, por razones que van desde lo psicológico a lo filosófico, tienden a elegir carreras peor pagadas que las que eligen los hombres (prefieren ser maestras o literatas que ingenieras o programadoras).

Aunque es obvio, tampoco se analiza demasiado que aunque las mujeres tienen una gran participación en cargos bajos y medianos, su presencia disminuye significativamente al escalar en puestos laborales. En el mundo de la publicidad, por ejemplo, las mujeres ocupan el 30% de los cargos más altos, al mismo tiempo, ocupan más del 70% de las personas que toman las decisiones de compras en general en todo el mundo.

Para explicar esta situación D’Alessandro indaga en el techo de cristal (o de hierro para las latinoamericanas) cimentado en estereotipos, prejuicios y necedades empresariales con el que las mujeres topan al no lograr crecer profesionalmente a la par de sus colegas varones. Un estudio del Latin Trade Ranking indica que en Latinoamérica sólo el 5.6% de cargos de dirección son ocupados por mujeres y sólo el 1.8% de las empresas más importantes tiene a una mujer como presidenta.

Este nivel de desigualdad, además de ser frustrante, perpetúa el dominio de valores e intereses masculinos al momento de tomar decisiones que sustentan el orden patriarcal.

Para D’Alessandro una de las contribuciones más importantes de la economía con enfoque de género —una que se le escapó hasta al socialismo más utópico— es haber puesto foco en la invisibilización del tiempo, talento y energía dedicados al trabajo doméstico, labor que por ser asociada a la naturaleza femenina, no se paga.

Economía feminista echa mano de la filosofía marxista de Silvia Federici para ilustrar cómo el actual sistema omite de su contabilidad las tareas referentes al trabajo de cuidados (sin las cuales ese mismo sistema no podría funcionar) que las mujeres hacen en casa sin cobrar: «[…] el hecho de que el trabajo doméstico aparezca como un atributo de la feminidad lo convierte en un trabajo que se hace por amor».1

El olvido cuesta más caro si se toma en cuenta que hoy muchas mujeres además de realizar las tareas domésticas también cubren jornadas laborales, duplicando así su trabajo sin empatar el sueldo de sus parejas (si se suma el trabajo pagado más el no pagado se estima que las mujeres trabajan diariamente entre 2 y 3 horas más que los hombres).

La trama toma otros bríos y se complejiza al sumar el factor de la maternidad. En un sistema en que el mercado promueve políticas laborales rígidas, la cultura reproduce ideas tradicionalistas como la aptitud biológica de las mujeres para ocuparse de la crianza de los hijos y el Estado favorece una división sexual y tajante, ser madre representa un obstáculo para las aspiraciones profesionales de muchas mujeres: las madres, más que los padres, se ven obligadas a jugar al tetris tratando de encajar horarios de hijos y trabajo para cumplir con ambas labores.

Un alto porcentaje de madres que por decisión o por necesidad cumplen jornadas de trabajo doméstico y productivo al mismo tiempo se enfrentan a situaciones de precarización tan comunes que parecen normales. Licencias de maternidad pagada, estancias infantiles, espacios para lactancia o licencias de paternidad, a nuestros ojos tercermundistas, parecen beneficios exóticos. Sumado a esto, la maternidad es castigada económicamente en muchas empresas: una mujer con hijos gana 11% menos que un hombre con hijos.

Este libro al buen estilo de la literatura de aprendizaje general es preciso en la medida en que sus estadísticas derraman denominaciones, conceptos y categorías que permiten socializar y poner en perspectiva experiencias individuales jodidas e injustas que por ser cotidianas, mujeres y hombres, hemos normalizado.

Si tenemos un diagnóstico claro y calificativos para cada uno de los males que aquejan, podemos imaginar otras formas de organizar el sistema de producción y consumo que estén a la altura de la transformación que deseamos.

*Para profundizar el tema y abrir la conversación preparamos un glosario en el que se abren conductas de desigualdad de género en espacios económicos y profesionales. Además de una encuesta perfilada a la dinámica artística en México y Argentina. El ejercicio permitirá hacer visible el panorama en torno a los temas sugeridos en la publicación. Pronto podrás aplicar tu participación.

Foto: Imagen tomada del blog Política de lo personal, ilustración sin crédito.

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1 Mercedes D’Alessandro, Economía Feminista, p. 108

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Andrea Bravo es editora y gestora cultural. Su trabajo se centra en los espacios de cruce y diálogo entre arte, diseño, moda y artesanía en Latinoamérica. Actualmente cursa el posgrado en Sociología del diseño en la Universidad de Buenos Aires.