Archivo para el diciembre, 2018

Zona Maco 2019

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Por GASTV | Enero, 2019

Zona Maco, la feria de arte contemporáneo más importante de Latinoamérica, prepara su 16ª edición con expositores de 22 países de América, Europa y Asia.

De la mano de la historiadora de arte Tania Ragasol como directora artística, se presentan piezas que van desde arte moderno hasta obras contemporáneas de artistas consolidados y emergentes, así como muebles y objetos de diseño. 

A dieciséis años de haber iniciado, Zona Maco se ha convertido en la plataforma mexicana con mayor presencia internacional, siendo un importante punto de reunión para coleccionistas, profesionistas del mundo del arte y público en general.

Además de la extensa lista de expositores, Zona Maco contará con un amplio programa de conferencias impartidas por invitados internacionales, una sección con publicaciones y editoriales especializadas, Zona Maco Libros con libros de arte y un programa de actividades paralelas como exhibiciones en museos y galerías.

Del 06 al 10 de febrero de 2019.

Foto: zsonamaco.com

2018: Destejer la historia. Los hilos de la memoria, por Andrea Bravo

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Diciembre, 2018

Durante octubre y noviembre el Centro de Arte Contemporáneo de Quito presentó Destejer la historia. Los hilos de la memoria, exposición curada por Leyla Dunia en el marco de la tercera edición del proyecto curatorial Encuentro Arte Mujeres Ecuador (AME) que organiza La Emancipada,colectivo integrado por las artistas ecuatorianas Ibeth Lara, Tania Lombeida y Pamela Pazmiño.

En palabras de Dunia, el objetivo de la muestra fue repensar la historia del textil dentro de los cánones del arte, abriendo un espacio democrático y flexible para visibilizar obras que utilizan técnicas textiles como lugar de resistencia, mismas que con frecuencia son olvidadas u omitidas de la escena artística contemporánea.

En este marco, la muestra se propuso cuestionar con procesos de selección, metodologías y estrategias curatoriales disidentes, la historiografía clásica del arte que se comenzó a escribir con Vasari y se sostiene hasta la Historia Del Arte (con H y A mayúsculas) de Gombrich:una historia masculina, jerárquica y burguesa en la que el arte de tejer se despachó al espacio doméstico o los escenarios indígenas.

En contraposición a la macrohistoria de genios creadores, Destejer la historia integraba 43 piezas que se valen de hilos y de la destreza de las manos de mujeres para contar con minuciosidad historias mínimas de la experiencia femenina en estas latitudes. Una pluralidad de universos relatados a través del bordado, el macramé y la pinganilla (en la lengua de los habitantes nativos del Guayas quiere decir quilting) para tejer subjetividades propias, al mismo tiempo de liarse entre sí en un esfuerzo por catalogarse dentro un patrimonio cultural más inclinado a registrar un repertorio colonial, republicano y moderno, o en su defecto, internacional.

Algunas de las historias incluidas se susurran con hilos y esmero, otras se cuentan a los gritos de un performance. Todas, a su manera, reniegan del silencio impuesto y evidencian actos intrépidos de paciencia y precisión. Los relatos cuentan desde la intimidad de un orgasmo hasta la vanidad de un vestido. En medio, una miríada de narraciones sobre el amor, la maternidad, los abusos, deseos, rezos, besos, fantasías y tabús traman, de apoco, una historia oblicua y múltiple que desborda la lógica de volúmenes académicos para centrarse en memorias íntimas que reclaman un espacio en el escenario estético contemporáneo.

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Cuatro tapices de Cecilia Benítez (Ecuador, 1937-2010) hechos a base de soga, fibras de hoja, lanas crudas, seda y piedras recibieron al público en la sala del CAC. Benítez fue una artista tejedora que basó su práctica en la investigación sociológica y etnográfica sobre las tradiciones textiles de las comunidades andinas del Chimborazo e Imbabura. Esta piezasno catalogadas y apenas investigadas fueron exhibidas por última vez en 2011.

Por un lado, su presencia homenajea el trabajo de una artista que liga teoría y práctica para interrumpir supuestos e introducir un universo de posibilidades para tejer el pasado y presente en una región indígena. Al mismo tiempo, los tapices aparecen como epígrafe a una historia del arte contemporáneo local e inclusiva que apenas se comienza a bocetar.

Además del trabajo de Benítez, María Belén Arellanoy Ana Fernández5 se presentaron piezas textiles de tradición indígena que dentro de este nuevo capítulo escriben un apartado en el que se actualiza la discusión tediosa sobre los límites entre la producción artística y la artesanal.

Más allá de las preguntas explícitas,6 las piezas superan el mito romántico de la artesanía pintoresca para mostrar oportunamente los desfases estéticos de microhistorias comunitarias, colectivas, autogestivas y utilitarias que entrelazan lo ritual y lo cotidiano, lo ancestral y contemporáneo para producir objetos que circulan en la esfera económica y simbólica global. Producciones que no se desprenden de una lógica del arte relacional, sino de una cosmogonía que tiene raíces en un pasado no occidental pero que respira, vive y crea en un presente compartido.

Al introducir otros ritmos, otro concepto de trabajo, autoría y valor simbólico/utilitario a una producción que se autodenomina arte, la poética de estos textiles rompe con los decretos kantianos de dualidad y sugiere una manera más localizada de participar del circuito del arte contemporáneo, expandiendo la definición y los parámetros.

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A la par, el Colectivo Eukarya Periferia, integrado por cuatro estudiantes7 de arte de la Universidad San Francisco de Quito, presentó Swap: intercambio e instalación, proyecto que reflexiona sobre las dinámicas de consumo de moda y ropa asignando un valor simbólico y utilitario al desecho comercial. Ante procesos estéticos y económicos en los que la ética se ve comprometida, la propuesta es intercambiar prendas para vestir los cuerpos y resistir la desaparición.

En acciones puntuales de trueque, el tejido aparece como una red de resistencia y apoyo mutuo entre mujeres que comparten prendas con historial para construir nuevas formas de mercadeo ante un panorama en el que las estrategias de consumo apuntan directamente a su subjetividad.

La acción de intercambio opera en una doble vía: por un lado se vale del aura del espacio artístico para embestir de valor simbólico, afectivo y estético a objetos en desuso. Y por otro, desafía las lógicas comerciales creando núcleos específicos de complicidad y sensibilidad en los que el valor económico del objeto es lo último que concierne.

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Para recalibrar los efectos de una historiografía del arte rígida y homogenizante que sólo admite (y sólo recientemente) a mujeres exóticas o masculinizadas, habría que destejer el canon para rescatar los relatos olvidados. Si la historia universal ha sido escrita a partir de la biografía de genios polímatas o incomprendidos, habría que recurrir a las historias contenidas en las experiencias enajenadas que se tejen con hilos de mercería, una motricidad fina y una paciencia de hormiga en la intimidad del comedor para componer una trama más completa y sincronizar.

Proyectos de este corte abren una historia del arte contemporánea e inclusiva que incorpora al acervo estético —plagado de desnudos circunscritos a un marco dorado— autoretratos más desaliñados, anudados con esmero para relatar microhistorias de cuerpos morenos, con vellos y cicatrices, que menstrúan y lactan.

Foto: Cortesía Museo de Arte Contemporáneo de Quito.

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La Emancipada es un colectivo artístico en Quito que desde 2009 opera como plataforma de visibilización, circulación y representación de artistas mujeres que se enfrentan ante una escena del arte poco preocupada por las brechas de género. De esta iniciativa, se desprende el proyecto curatorial Encuentro Arte Mujeres Ecuador (AME), iniciado en 2012, a través del cual las tres artistas colaboran con una curadora invitada en procesos abiertos y colaborativos de investigación, selección y montaje. Otros proyectos se enfocan en la construcción de un archivo de proyectos artísticos de mujeres. 

Leyla Dunia cita la obra Queridas viejas, de la artista española María Gimeno, como referencia para hablar de la falta de representación de artistas mujeres en la historia del arte universal. Queridas viejas es una conferencia performativa en la que la artista interviene la Historia del Arte de Ernst H. Gombrich, en donde no se incluye a ninguna mujer, con cortes de cuchillo para incluir la obra de mujeres con la misma minuciosidad y estilo del historiador.

3 No tituladas a excepción de Magma y fuego, (1983). El resto de las tres piezas son de 1983 y 1994.

4 Su pieza Hatun Chumbi es una faja monumental que narra la historia de la comunidad de Otavalo a través de bordados aprendidos en la localidad.

5 Su obra Hilando fino registra una acción en la que mujeres tejedoras de Quito, Guayas y San Francisco trabajan de forma colectiva para enmendar una tela con la técnica del quilt.

6 ¿Cuál es el límite?, ¿qué caracteriza a la práctica artística de la artesanal?, ¿por qué una vale más que otra?

7 Luis López, Flora de Neufville, Ana Isabel Segovia y Ana Viteri.

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Andrea Bravo es editora y gestora cultural. Su trabajo se centra en los espacios de cruce y diálogo entre arte, diseño, moda y artesanía en Latinoamérica. Actualmente cursa el posgrado en Sociología del diseño en la Universidad de Buenos Aires.

¡Imagina la vista desde aquí!, de Michael Smith

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Museo Jumex presenta ¡Imagina la vista desde aquí!, de Michael Smith, artista que utiliza el humor irónico para reflexionar sobre el envejecimiento, el fracaso y el entusiasmo, confrontando las imágenes aspiracionales que proyectan las culturas corporativas e institucionales.

El proyecto integra una instalación y un video protagonizado por Mike,  el alter ego del artista, quien se caracteriza por dar la bienvenida a toda oportunidad, recibiéndola con una mezcla inocente y perpleja de desconcierto y entusiasmo.

El video comisionado por Museo Jumex es parte de una instalación que incluye la obra de 1996, How to Curate Your Own Group Exhibition (Cómo organizar tu propia exposición colectiva), un infomercial que refleja la profesionalización y popularidad del arte contemporáneo, así como el creciente reconocimiento de los curadores dentro de la cultura. 

Las experiencias de Mike sirven para reflexionar sobre la naturaleza integral de los negocios y la cultura, y sobre cómo el individuo navega entre estos dos ámbitos, acompañado por la parodia y desilusión.

Hasta el 03 de marzo de 2019.

Foto: Museo Jumex. 

Fragmentos americanos. Una lectura de la colección de la SAPS

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Sala de Arte Público Siqueiros presenta Fragmentos americanos, muestra del archivo personal de Siqueiros, así como de su pinturas y murales.

Fragmentos americanos es una lectura de la colección pública que integra también obras donadas y comisionadas por artistas participantes del espacio expositivo.

La muestra colectiva integra 15 piezas a través de tres ejes temáticos que tratan la obra de Siqueiros con un tono crítico, así como la relación entre estética e ideología en las culturas latinoamericanas, además de proponer una crítica política.

De manera paralela, en la fachada del espacio se instala Los alquimitas, de la artista chilena Alejandra Prieto.

Foto: Cortesía SAPS.

2018: Sublevaciones. Las manos / el miedo

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Por Andrea Raygoza | Diciembre, 2018

«Sublevarse es arrojar lejos el fardo que pesaba sobre nuestros hombros y nos impedía movernos. Es romper un determinado presente, levantar los brazos hacia el futuro que se abre. Es un signo de esperanza y de resistencia. […] En el gesto de sublevarse, cada cuerpo protesta con todos y cada uno de sus miembros, cada boca se abre y exclama en el no, rechazo, y en el sí, deseo».[1] 

El miedo se traduce en regresiones porque en situaciones de conflicto el momento frente a la muerte revive pulsiones primitivas, es decir, la sensación de peligro integra una serie de comportamientos que sacan a relucir lo instintivo y primario de cada uno de nosotros. El estado primitivo puede ser reconstituido:

«La guerra hace resurgir el fantasma de lo primitivo en nosotros, de tal modo que en ella el miedo no es sólo miedo a la muerte, miedo al otro, miedo al tiempo incierto: es un miedo ante el retorno de lo reprimido en general, un miedo a todo lo que nuestro estado de ‘cultura’ considera malo y no por casualidad utiliza para nombrarlo las palabras de lo primitivo, ‘barbarie’, ‘salvajismo’, ‘atraso’, ‘bestialidad’…».[2]

Los tiempos de conflicto se traducen en imágenes vivas, en ellas se vacían estas pulsiones primitivas que prometen retorno. La estabilidad puesta en cuestión que se fragmenta conforme se interrumpe el ritmo que persigue una comunidad que participa en un tiempo histórico. En tiempos de guerra, ocurre una ruptura con la historicidad de la comunidad: el transcurso histórico se delata como uno frágil y sensible. Es posible verlo en las imágenes y restos estéticos que envuelven este proceso y convergencia de comportamientos. Esto es lo que postula Didi-Huberman en su texto El gesto fantasma, retomando a Freud y su Malestar en la cultura.

El título de este texto lo elegí, por un lado, porque es en las manos donde se traducen esta serie de pulsiones antes descritas y porque es uno de los núcleos a partir del cual se articuló la muestra Sublevaciones, presentada en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) bajo la curaduría de Didi-Huberman durante el primer semestre del año.

Este eje se me presentó como algo ya aparecido en un tiempo anterior: en una multiplicidad de imágenes que registran momentos de resistencia política y en los cuales la mano existe como una suerte de constante iconográfica. Por otra parte, no he dejado de preguntarme por qué este núcleo en específico y esta idea es lo que más recuerdo de toda la exposición, cuando se trataba de una muestra bastante extensa. 

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Hace poco leía a Ernest Hemingway: El viejo y el Mar, un texto clásico que le valió el premio Pulitzer. Un elemento en particular me llamó la atención cuando leía el relato de un viejo pescador llamado Santiago, que cuenta con muy poca suerte para pescar durante los últimos años.

La novela gira en torno a que en un día de pesca este personaje logra enganchar un animal verdaderamente grande, que le rebasa en tamaño y astucia. Santiago permanece aferrado al pez durante días con el sedal sobre su espalda, sin poder amarrarlo por miedo a que un movimiento brusco altere la quietud del agua y el pez logre escapar.

Durante este intervalo de tiempo, Santiago permanece en diálogo consigo mismo, meditando acerca de episodios de su pasado. Pero lo que me interesa apuntar es la serie de diálogos que el personaje mantiene con sus manos. Hemingway retrata a un hombre mayor que durante días teje una conversación con su cuerpo, en medio del silencio del mar, como si al hablar con sus manos tratara con personas vivas con la facultad de responderle.

Las manos que sufren laceraciones, calambres y cortaduras por no soltar el sedal, son las que fungen como mediadoras entre el objeto de deseo y su cuerpo, que en algún tiempo encarnó la abundancia, vigorosidad y fortaleza de su pasado. Las manos operan tanto como herramientas como entidades casi autónomas que pueden ejercer decisiones más allá de la voluntad del cuerpo.

Volviendo al relato, mientras el pez espada sigue tirando del bote, Santiago se ve arrojado a la voluntad de la naturaleza. Esto exige una negociación de voluntades. La cosa es cómo continuar cuando la fuerza se agota, después de la lucha o después de la guerra.

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La mayoría del tiempo la lucha es contra un poder invisible —curiosamente en la novela son pocas las veces en las que el pez sale del agua— que nos mantiene atados a una naturaleza cuyas estructuras desconocemos. Pero la razón de este paralelismo literario es que, como ocurre en el relato, la lucha contra las condiciones exteriores empieza desde el cuerpo. Como las manos de Santiago, es en el cuerpo donde se sintetiza la mediación contra lo invisible: es aquí donde se localiza el gesto.

En este punto vale la pena detenerse y entender, a partir del ámbito literario, la representación del gesto que describe Didi Huberman:

«La guerra, constata Freud, provoca una ‘perturbación de la actitud ante la muerte’, lo que no es sino una manera de decir que la guerra transforma profundamente nuestra relación con el cuerpo, con el tiempo, con el prójimo y con nuestro propio pensamiento».[3] 

Las líneas e imágenes que se dibujan cuando impera la pérdida, la muerte y el olvido en situaciones de conflicto, se traducen en formas y se prescriben como un surco en la tierra: una geografía, un territorio de las imágenes donde es posible localizar, a partir de los gestos, lo simbólico de los levantamientos sociales y principalmente del cuerpo que se levanta.

En todo conflicto y lucha, la atmósfera de pérdida atraviesa el corpus de imágenes que se producen, y con ello al cuerpo como mediador —no ante una naturaleza como El viejo y el mar— en un combate frente a agentes de poder y muerte. El enfrentamiento contra estos agentes nunca es deforma frontal ni directa: siempre la lucha es contra otros cuerpos, sí, pero siempre será difícil, en términos de visualidad, señalar en quién recae la forma visible del enemigo.

Por otra parte, es posible pensar los gestos como una mediación simbólica entre la vida socializada —distanciada de lo primitivo— y una muerte latente, que puede traducirse en lo que pierden los cuerpos día y noche desde un punto de vista político. Cuando las tensiones llegan a un punto de no retorno, la implosión social promete una especie de retorno a aquello primitivo. Los gestos son prueba de ello.

La relación con los demás se abandona en ese fantasma estratificado en una capa de tierra perdida en el mundo. Lo primordial se desmorona en tanto que nos hemos ido dejando a la lógica de una guerra perpetua, donde la representación o la imagen se escurren como un espectro, un fantasma a la espera permanente de desaparecer.

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Tejí un paralelismo con la literatura pues la exposición de Didi-Huberman y su forma de historizar al cuerpo fragmentado me hizo ver que el cuerpo es uno que muere en forma latente, y la reacción frente al miedo, esta bruma social es una que vuelve de forma intermitente. Pero siempre volverá de forma distinta.

Otra vez este espacio, otra vez este lugar. El tiempo y los cuerpos entendidos bajo una red de líneas de fuego invisibles, como el sedal de Hemmingway que sutura el cuerpo de Santiago.

Foto: Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (MUNTREF).

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[1] Georges Didi-Huberman. El gesto fantasma, p. 28. Para consulta aquí

[2] Texto de Sublevaciones, disponible aquí.

[3] Freud, S., Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte (1915), trad. Luis López Ballesteros y de Torres, en El malestar en la cultura, Alianza Editorial, 1982, p. 111. Citado en Didi-Huberman, Georges, El gesto fantasma.

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Andrea Raygoza estudia el último semestre de la licenciatura en Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana. Sus intereses abarcan la lingüística, teoría de la historia y los vínculos entre lo simbólico y lo visual. Recientemente fue parte del equipo de gestión y coordinación cultural durante la Semana de Arte en la UI.

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Opinión | Sublevaciones. El levantamiento como objeto de exposición

Opinión | El entomólogo y la mariposa. Sublevaciones, de George Didi-Huberman

Todo lo otro, de Germán Venegas

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Por GASTV | Marzo, 2019

Museo Tamayo presenta Todo lo otro, hasta ahora la exposición más extensa del trabajo de Germán Venegas (Puebla, 1959) en México. 

La muestra integra más de 300 piezas que dan cuenta de la producción de Venegas en diversos soportes como escultura, dibujo y pintura, mismos que abarcan los tres ejes principales de su obra: Historia del arte, budismo zen y mitología prehispánica.

El recorrido expositivo integra diferentes temáticas representativas en cuanto a mitología, esoterismo, meditación, estados de consciencia y ascetismo, así como de la correlación de la práctica budista con la producción artística de Venegas.

Todo lo otro se plantea a partir de una serie de dualidades como lo terrenal y lo religioso, lo humano y las deidades, división en la que Venegas se ha situado a lo largo de su carrera.

Como parte de las actividades de clausura, se prepara una visita guiada y tres sesiones de meditación zen bajo la guía del artista los próximos 9, 16 y 23 de marzo.

Hasta el 31 de marzo de 2019.

Foto: Museo Tamayo.

2018: Nahui Olin. La mirada infinita

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Por Andrea Villa Rosas | Diciembre, 2018

Al escribir en la barra de búsqueda de Google «artistas mexicanos» el algoritmo sugiere completar con de arte, actuales y pintores. Cuando la búsqueda se convierte en «artistas mexicanas» algunas de las opciones son operadas, con microblading y en traje de baño. Más allá de lo tautológico de la primera búsqueda, llama mi atención el desmedido énfasis en el físico femenino que se refleja a través de la función de autocompletar.

Tomemos este imperceptible experimento como un termómetro de la situación actual: dado el clima, el tener una exposición retrospectiva de una mujer artista en el Museo Nacional de Arte fue, por sí mismo, un acierto reconocido. Sin embargo, Nahui Olin. La mirada infinita no se desprendió de la tradicional y objetivante representación. 

Comencemos por preguntarnos desde dónde miramos. Lo primero que me recibió al entrar a la muestra fue un retrato de Nahui Olin por el Dr. Atl. La pintura era bellísima, pero al mismo tiempo transmitía una energía desoladora con esas cejas bajas y pupilas casi inexistentes. A continuación, una sala que integraba caricaturas y fotografías pequeñas, memorias de las primeras incursiones de Carmen Mondragón en las artes.

En la siguiente habitación se reveló la aparición de Dr. Atl en la vida de Nahui Olin, que de pronto parece florecer. Ahí, se montaron un par de libros y un poema en la pared, disposición que parece ser una constante en las exposiciones de mujeres artistas en las que se imprimen sobre las paredes pasajes de su correspondencia personal, cartas de amor y desamor. Como en Leonora Carrington. Cuentos mágicos en el Museo de Arte Moderno (MAM), por ejemplo.

A esto le siguió un cuarto saturado de mamparas con fotografías que mostraban a Nahui Olin a través de los ojos de distintos fotógrafos, junto con testimonios de su atribución como musa. No fue sino hasta la última sala, casi ya en la tienda de souvenirs, que vi a Nahui Olin a todo color, narrándose a sí misma con ojos como platos.

No me parece coincidencia que la mirada francamente melancólica que Gerardo Murillo plasmó en ella en esa primera pieza de la exposición fuera la introducción de la misma. Quizá accidentalmente este gesto sentó el tono para el contraste con los ojos enormes y penetrates que Nahui concede a sus autorretratos.

Parece que las mujeres artistas fueran tan «raras» que cada vez que se trae alguna de ellas a la luz se le tienen que asignar facultades sobrehumanas y méritos triviales: que si Nahui fue la primera en usar minifalda o que si fue la primera en entender el cuerpo como espacio de creación, siempre la única, la primera, la mujer entre un ejército de hombres. Y claro, es cierto que se opuso a los roles de su tiempo, que se rebeló ante la tradición y que, en efecto, fue la primera mujer en usar una minifalda en México, pero nadie surge de la nada.

Qué interesante sería entender de dónde vienen estas mujeres, a quiénes vieron, a quiénes escucharon o leyeron, y no sólo suponer que cada cierto tiempo emerge una figura innovadora e irreverente que trastoca a la acartonada sociedad hasta sus cimientos. Todos somos sujetos de nuestro tiempo y estamos sujetos a él. Nahui Olin no es la excepción.

Consideremos su producción como un peldaño más (si bien único, uno de tantos) en la construcción de una historia del arte más democrática. Hagamos un espacio para la Nahui que se enuncia a sí misma desde el movimiento, intentemos verla a través de su propia mirada.

Foto: La mirada infinita de Nahui Olin, por Belen Esther López Segundo

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Andrea Villa es estudiante de Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana. Ha colaborado en el Departamento de Arte como asistente de investigación en la misma institución. Le interesan los estudios de género, la literatura latinoamericana y la crítica de arte.

 

De qué hablamos cuando hablamos de arte. Discursos del arte, discursos del mundo

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Por GASTV | Enero, 2019

El Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) presenta la 14ª edición del Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo (SI_TAC) en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.

El SIT_AC es un evento periódico de alcance internacional que busca fomentar la reflexión y difusión del pensamiento en torno a la producción artística actual, de la mano de artistas y teóricos invitados.

Bajo el título De qué hablamos cuando hablamos de arte. Discursos del arte, discursos del mundo, el SIT_AC XIV es dirigido por João Fernandes (Portugal, 1964), curador y actual Subdirector Artístico del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid.

Bajo la reflexión, ¿cuál es el lugar que ocupa hoy en día el discurso específico del y sobre el arte? El simposio sucederá a lo largo de tres jornadas a partir de los ejes temáticos: «Filosofía e historia en el discurso contemporáneo de la crítica», «Museos y anestesia social» y «Los referentes y las referencias».

Entre los especialistas que participan en esta edición se encuentran Peio Aguirre, Mariana Botey, Luciano Concheiro, Ticio Escobar, Patricia Falguières, Coco Fusco, Dora García, Antonio Guerreiro, Blanca Gutiérrez, Esteban King, Jesse Lerner, Catalina Lozano, Tom McCarthy, Juan Luis Moraza, Taiyana Pimentel, Alexandra Pirici, Manuel Rocha, Guillermo Santamarina, Luis Vargas Santiago y Felipe Zúñiga.

Consulta la programación.

Del 17 al 19 de enero de 2019, entrada gratuita.

Foto: Blog Casa Nueve.

XVIII Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Centro de la Imagen presenta la XVIII Bienal de Fotografía, exposición que reúne cerca de 300 piezas de 24 artistas seleccionados.

La bienal se divide en seis núcleos: Exhumar. Endoscopias al paisaje; Encarnar. Movilizaciones en la imagen; Ensayar. Reconfiguraciones urbanas; Resistir. En dispuesta por el territorio y la memoria; Reafirmaciones y contactos; y Migrar. Tiempos cruzados y extraños familiares.

Participan: Alessandro Bo, Alfredo Esparza, Animales de Poder, Anna Soler Cepriá, Diego Ortiz, Eunice Adorno, François Pesant, Jorge Rosano Gamboa, Juan Carlos López Morales, Juan Pablo Cardona, Juliana Alvarado, Koral Carballo, Luciana Christiansen, Nelson Morales, Omar Gámez, Óscar Farfán, Oswaldo Ruiz, Patrick López Jaimes, Sandra Calvo, Sonia Madrigal, Uryan Lozano, Víctor Bibián, Victoria Eugenia y Victoria Fava.

Además de la muestra fotográfica, la bienal estará activa a través de charas, mesas de diálogo, visitas guiadas y talleres de autor.

Hasta marzo de 2019.

Foto: Luciana Christiansen | Cortesía: Centro de la Imagen.

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Studio Visit | Sonia Madrigal

Modos de oír: prácticas de arte y sonido en México

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Ex Teresa Arte Actual y Laboratorio Arte Alameda presentan Modos de oír: prácticas de arte y sonido en México, exposición simultánea que revisa el desarrollo de la producción artística en torno al sonido.

Modos de oír se desdobla en una serie de instalaciones que vinculan arte, ciencia y sonido en relación con la arquitectura y el cuerpo. En la nave central de Ex Teresa Arte Actual se instala el Pabellón Fonográfico, a cargo de Mauricio Rocha, como recorrido por múltiples grabaciones históricas. Mientras que Laboratorio Alameda abre una sala de escucha octofónica para obras acusmáticas.

Bajo la coordinación de Susana González Aktories, Cynthia García Leyva, Rossana Lara, Bárbara Perea, Manuel Rocha Iturbide, Carlos Prieto Acevedo, Tito Rivas y Tania Aedo, la exposición explora la resonancia, tensión, vibración e intensidad, misma que se expande también como archivo digital disponible en línea.

Con obra de más de cien artistas como Ariel Guzik, Ana Paula Santana, Arcángelo Constantini, Carlos Amorales, Edgardo Aragón, Enrique Jezik, Félix Blume, Fernando Ortega, Fernando Vigueras, Gabriel Macotela, Roberto de la Torre, Guillermo Santamarina, Israel Martínez, Lorena Mal y Luz María Sánchez.

Hasta el 31 de marzo de 2019.

Raúl Góngora en 1mes | 1artista

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Galería 123 presenta Mundanus, de Raúl Góngora (México, 1977), trabajo de exploración entre fotografía, pintura y escultura efímera.

Los intereses de Góngora giran en torno a los límites actuales en la creación de imágenes fotográficas abstractas, su relación con objetos encontrados, memorias y nuevas interpretaciones. De esta manera, Mundanus es un estudio visual que recopila una serie de objetos despojados de su contexto primario y transportados a un nivel satírico, en el que convergen nuevos significados de la materia y las ideas.

La cotidianidad que ahora se convierte en un plano de infinitas probabilidades, que a su vez contiene yuxtaposiciones y paradojas visuales, es registrada en fotografías, esculturas y pinturas en las que Góngora abre una ventana a nuevas conexiones entre su obra, la lógica y la percepción.

1mes | 1artista es un programa de exhibiciones impulsado por el estudio creativo DEAR que busca llevar el arte a nuevos públicos, además de dar visibilidad a artistas en un espacio de experimentación.

Hasta el 30 de diciembre de 2019.

Foto: raulgongorablog.com

Museo Animista del Lago de Texcoco: revertir su desecación, por Fernando Pichardo

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Diciembre, 2018

En 2012 Adriana Salazar (Bogotá, 1980) vino por primera vez a México como parte de una residencia convocada por el Fonca. En aquella ocasión, desarrolló una investigación sobre los panteones de la capital y su función como espacios de transición donde la vida confluye con la muerte. Sin embargo, durante su estancia tuvo una inquietud que resulta común para muchos extranjeros: ¿qué fue del Lago de Texcoco y cómo es que su desecación fue tan normalizada por los mexicanos?

La pregunta quedó suspendida durante cuatro años hasta que Salazar regresó al país para iniciar su doctorado en la UNAM. Sabía que quería explorar las nociones de lo que se considera como vivo o como muerto y cómo ambos conceptos ocurren en espacios específicos. Rehusándose a creer que un cuerpo de agua monumental como fue el Lago de Texcoco estuviera extinto por completo, la artista consultó fuentes para conocer la fundación y expansión de la Ciudad de México sobre lo que en el pasado fue un lecho lacustre, así como la relación conflictiva que sus habitantes han mantenido con el agua a lo largo del tiempo.

A finales de 2016 contactó a Ernesto Carrillo, ingeniero de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) a cargo del proyecto de regeneración ecológica que la institución llevaba a cabo en la zona. Gracias a él, Salazar tuvo acceso a los predios que posteriormente serían ocupados por el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), así como al vaso regulador conocido como Lago Nabor Carrillo. Desde su casa en Bogotá, la artista me describió lo que vio en aquella ocasión:

«El área estaba completamente tapizada de aves, había patos de diferentes especies, verdes con una cintica en el cuello que venían desde Canadá. Era muy sobrecogedor. Nabor Carrillo no es un lago técnicamente, sino un vaso regulador. Pero se convierte en lago al tener el comportamiento ecosistémico de uno. Estas formas de intercambio entre peces, aves, plantas y agua lo hacen un lago en el sentido más literal de la palabra».

Desde ese momento, Salazar inició con el ingeniero Carrillo una serie de incursiones por los terrenos salitrosos que alguna vez formaron parte del cauce del Lago de Texcoco, descubriendo a su paso miles de objetos que daban testimonio de las diversas ocupaciones humanas que ese pedazo de tierra desertificada experimentó tras su declaratoria como propiedad federal en 1971.

«Lo que encontré fue una superposición de capas, una especie de rompecabezas donde las piezas no encajaban. Era un territorio que no es el mismo territorio, sino que es muchos territorios a la vez». Los fragmentos de vidrio, cerámica, alambre, madera y otros materiales que halló durante su tránsito tenían una voz propia, capaz de narrar eventos que aún no tienen un relato dentro de la historia oficial de México. Tras intuir que era cuestión de tiempo para que esas capas de pasado fueran destruidas, pensó que alguien tenía que hacer algo para evidenciarlas: «Y pues yo estaba ahí».

Museo Animista del Lago de Texcoco surgió ante la falta de coherencia que Adriana Salazar encontró entre lo que vio en su trabajo de campo y los discursos hegemónicos en un momento donde el devenir del lago se convertía en un asunto de dominio público por primera vez en décadas. Para el desarrollo de una narrativa museológica, la artista optó por plantearlo desde el interés particular que tiene por el archivo. El resultado fue un acervo donde las evidencias recuperadas fueron interpretadas por Carrillo y posteriormente contextualizadas con entrevistas, consultas de documentos oficiales y visitas a hemerotecas.

Redes de pesca, escombros de casas que colapsaron durante el terremoto del 85, fragmentos de cercos para ganado, expedientes, tarjetas de presentación, cucharones… la selección de artefactos apela por el posicionamiento del Lago de Texcoco como sujeto etnográfico que rebasa la esfera medioambiental para generar una presencia desde otras esferas. Es un ejemplo de la perpetuidad del pensamiento colonial en el México contemporáneo y de cómo ciertas narrativas son omitidas o modificadas para favorecer políticas extraccionistas:

«Es impresionante todo lo que puede caber en ese pedazo de tierra, sea o no un lago. Más allá del hecho de que alguna vez lo hubiera sido, el hacer caber todas esas historias distintas en un mismo territorio fue una gran labor que fuimos reconstruyendo».

Vista del vaso regulador Lago Nabor Carrillo | Cortesía: Adriana Salazar

A pesar de integrarse por más de cuatrocientos objetos, el conjunto que Salazar presenta es solo una muestra del universo al que se enfrentó. Uno de los aspectos más complicados del proceso fue determinar qué objetos eran pertinentes para generar un vínculo entre el pasado y el presente de la zona sin sentirse rebasada: «Fue un problema porque hubo que dejar muchas cosas que eran demasiado grandes o complejas de levantar. Cuando empecé el proyecto lo hice con dinero de mi bolsillo. Una amiga que tenía carro me asistió y el bodegaje fue todo en mi casa. Había una consideración sobre lo que me podía llevar sin estar sepultada por los objetos».

En una sección de la muestra —actualmente expuesta en muca-Roma— se proyecta el conversatorio entre Salazar y los antropólogos sociales Ariadna Ramonetti y Emiliano Zolla. La conferencia pone en evidencia que tanto las crónicas contemporáneas como los medios de comunicación oficiales, e incluso la tradición oral, se empeñan en construir al lago como el escenario de un mito fundacional que por desgracia tuvo que ceder ante las presiones de la modernidad.

Con la explotación demográfica que la Ciudad de México experimentó a partir de los años cincuenta, el Lago de Texcoco funcionó como traspatio donde se asentaron grupos de personas que emigraron desde el interior del país. Así, se procedió a la ocupación de tierras propiedad de personas a las que el proyecto nacional ha comprendido como un residuo indigenista que alguna vez habitó el centro de México.

Tras los disturbios de San Salvador Atenco en 2006 los habitantes fueron contrariados con la civilidad de los capitalinos, generando una polarización de los entornos rural y urbano que persiste hasta ahora. Bajo esta lógica, la desecación intencionada del lago durante el siglo XX fue un mal necesario que dio como resultado el desabasto de agua y la necesidad de transportarla desde lugares cada vez más lejanos, pero también la habilitación de un terreno listo para ser capitalizado.

Ramonetti señaló además que a diferencia de lo que afirman los relatos hegemónicos, los habitantes del lago no se oponen al progreso, sino a la voracidad con la que se promueve. La infertilidad absoluta de la tierra es falsa, hasta 2006 parte de estos terrenos eran utilizados como ejidos: «¿Cuántos pobladores de Atenco van a poder tomar un avión en su vida? Con este tipo de iniciativas las personas están destinadas a trabajar en un OXXO o en un Starbucks. Citando a uno de los entrevistados, me pregunto por qué quieren quitarles sus herramientas de trabajo para darles escobas y limpiar baños».

La exposición, por tanto, atiende tanto las acciones de despojo sobre los habitantes del antiguo lago como la perpetuación de los ciclos de muerte que conlleva la extracción de agua de lugares cada vez más lejanos. Más allá de la riqueza antropológica que los terrenos ocupados por el NAICM puedan contener, con Museo Animista del Lago de Texcoco Salazar muestra cómo parte de la problemática radica en la propia relación de la Ciudad de México con su periferia.

La capital continúa con una dinámica de tipo imperial donde la periferia es usada para extraer materias primas y recursos, ya sea agua, alimentos o mano de obra. Pero por otro lado, el proyecto también es optimista en tanto sugiere que una restauración parcial del entorno original es posible.

Desde mi punto de vista, otra aportación valiosa de Museo Animista del Lago de Texcoco es ser una herramienta cognitiva para aquellos que no estamos involucrados en esta problemática de manera directa, pero que paradójicamente influimos en ella desde nuestro poder de decisión y consumo como clase media. ¿Por qué alguien de perfil artístico habría de involucrarse en este tema?

«Una de las cosas que admiro de las luchas sociales en la región aledaña al aeropuerto es que han comprendido la unión con académicos y personas que tienen herramientas de diagnóstico científico, mismas que pueden ser útiles como armas de lucha, más que los machetes. Son los informes, los documentos, las conferencias y los foros universitarios los que han ocupado las primeras planas de este nuevo capítulo de la lucha contra el aeropuerto».¹

Museo Animista del Lago de Texcoco invita a evaluar todo lo dicho y difundido sobre el abastecimiento de agua en la ciudad, a cuestionar además nuestra postura en torno a megaproyectos de infraestructura que en teoría traen consigo un bienestar social. Quizá esta iniciativa muestra que a pesar de la destrucción intencionada por generaciones, del NAICM y de la expansión de la mancha urbana, el Lago de Texcoco sigue vivo. Acercarse a esa vida es una experiencia de la que es imposible permanecer indiferente, como cuando Ramonetti sumergió los pies por primera vez sobre sus ciénagas.

Adriana Salazar confía en la diversidad de lecturas que su proyecto puede tener más allá del Valle de México. De hecho, antes de exhibirse en el muca-Roma fue llevado a Morelia, donde el caso fue trasladado al estado actual de la región de Cuitzeo. Un ejercicio que muestra a la ciudadanía la posibilidad de revertir parte del daño si la información es utilizada para exigir respeto a las garantías y derechos ciudadanos.

La urgencia de difundir la supervivencia del lago es un argumento recurrente en el discurso de Museo Animista. Destruir este vestigio es condenar el devenir del Valle de México para las décadas posteriores. Casi al final de nuestra plática cuando le pregunté a Salazar qué le diría a las personas que aún interceden por el NAICM, me dijo:

«Que sepan que todavía hay gente que vive de la tierra. El Nabor Carillo existe y fácilmente se puede revertir su desecación. Hay vida».

Foto: muca-Roma.

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¹ Adriana Salazar en videollamada.

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Fernando Pichardo Ríos es historiador de arte por la Universidad Iberoamericana. Ha trabajado como asistente de galería para The Peggy Guggenheim Collection en Venecia, Italia y en el Departamento de Artes Visuales de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Actualmente redacta contenidos sobre patrimonio material e inmaterial para la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Tejido y Piedra, de Lorena Ancona

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Parque Galería presenta Tejido y Piedra, de Lorena Ancona (Quintana Roo, 1981). Primera exposición individual con la que reflexiona lo impermanente del textil a través de la historia material mesoamericana.

Ancona trabaja con escultura y cerámica, soportes con los que conjuga tintes, pigmentos, materiales naturales y lugares mesoamericanos. Su obra es el resultado de una práctica basada en la investigación que cuestiona los desplazamientos intangibles de tradiciones, patrimonio e identidades olvidadas, además de entornos bioculturales minerales y étnicos.

Los proyectos recientes de Ancona se han direccionado a los contextos arqueológicos y evidencias del pigmento órgano-mineral (arcilla) sintético conocido como Azul Maya. Investigación que se extiende al gesto artístico para reintroducir materiales que han quedado relegados.

Hasta el 19 de enero de 2019.

Foto: Danza cohune (2018), de Lorena Ancona | Parallel Oaxaca.

Podría ser (una flecha): Una lectura de la Colección JUMEX

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Por GASTV | Diciembre, 2018

Museo Jumex presenta Podría ser (una flecha), una lectura de la Colección Jumex que explora la forma en que un grupo de artistas mujeres ha buscado interrogar y subvertir los cánones tradicionales de la producción de imágenes en el arte.

La exposición toma como punto de partida la noción del inconsciente óptico, término acuñado por Walter Benjamin para describir la capacidad ampliada de percepción que introdujeron las cámaras fotográficas y de cine. Las imágenes captadas por estos aparatos han cambiado radicalmente nuestra forma de percibir la realidad y por ende la cultura visual.

A través de diferentes soportes, Podría ser (una flecha) profundiza en la noción de lo que es, o puede considerarse, una imagen. A su vez, refleja una preocupación por interrogar identificaciones prescritas sobre la feminidad e invertir la mirada que se posa sobre la mujer para que sea ella quien cuestione a su espectador e interpele los mecanismos de producción y distribución.

Bajo la curaduría de Catalina Lozano, se integra obra de Mariana Castillo Deball, Mónica Castillo, Minerva Cuevas, Tacita Dean, Ana Gallardo, Candida Höfer, Sarah Lucas, Teresa Margolles, Ana Mendieta, Amalia Pica y Melanie Smith.

Hasta el 31 de marzo de 2019.

Foto: Jaque al arte.

Studio visit | Valentina Díaz

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Por Alejandra Bolaños | Diciembre, 2018

Creo que ya te he contado esta historia otras veces, me dice Valentina Díaz (Argentina, 1985), pero te la vuelvo a contar: «La Maga, un personaje de Rayuela, está en París con un grupo de intelectuales, entre ellos Cortázar. Todos son hombres artistas que están ahí como bohemios buscando algo en París. Llegaron para desarrollarse en el arte que cada uno produce.

De La Maga no se sabe mucho, tiene un hijo, llegó en algún barco y es claro que su posición no es igual a la de sus acompañantes. Siente que no entiende nada de las conversaciones, ellos hablan de artistas, de eventos históricos y de un montón de cosas que la hacen sentir menos. En algún punto, ella deja de entender la conversación y al preguntar percibe que una nube violeta la rodea. De ahí en adelante, cada vez que pregunta, la nube la envuelve porque el violeta es el color de la ignorancia».

I

Valentina llegó a México en un avión el 09 de enero de 2016 considerando que este era el lugar más alejado de casa, en donde además se habla castellano. Su departamento funciona como estudio en el Edificio Ermita, ese inmueble emblemático de la Ciudad de México que parece barco.

A través de esculturas, performances y dibujos, Valentina ha creado un microuniverso con un código gráfico que rige lo que sucede en su interior: la forma en que la materia se acomoda en el espacio, los espacios mismos, los seres o personajes que lo habitan y su manera de relacionarse entre sí y con el resto de los objetos. A este código Valentina lo llama «partitura», y funciona para dictar una coreografía guiada por un metrónomo que le indica a los personajes una acción específica que suele ser mecánica y cíclica.

Bajo este entramado, en octubre pasado presentó No somos el río en la sala de su casa. Quienes estuvimos presentes nos acomodamos en el espacio para verla disfrazada de larva negra que cargaba y colocaba huevos con la boca alrededor de una mesa al ritmo del metrónomo.

En este último trabajo, Valentina-personaje tiene dibujado uno de sus códigos en la parte trasera de la vestimenta, como si fuera un ADN que le indica la forma de actuar. Al mismo tiempo, este código le es entregado a los asistentes antes de la sesión a manera de folletos impresos que permiten leer e interpretar la coreografía.

Desde el lado del público, la escena parece una imagen pictórica costumbrista salida de un futuro imaginado desde la modernidad: vemos una mesa ovalada con 6 bancos negros esperando ser ocupados por un comensal que se limita a moverse alrededor de la mesa en sentido contrario de las agujas del reloj, en lugar de comer, se sienta en cada banco y levanta con la boca huevos dispuestos sobre una capa de harina para luego colocarlos en el sitio siguiente.

Cada elemento está perfectamente cronometrado y controlado: el acomodo geométrico, el código-lenguaje del microuniverso, el tejido impecable de la vestimenta, la iluminación cenital, la puesta en escena de su cuerpo. Incluso la organización del evento, en lugar de buscar un espacio institucional o ajeno, Valentina abrió su casa-estudio a 25 personas en un encuentro autogestionado, íntimo y cercano.

Sin embargo, hay algo que escapa de este orden: el desgaste del cuerpo a lo largo de la presentación. El rostro de Valentina se va manchando de harina y expresa un claro cansancio, le es casi imposible tomar los huevos y su ritmo se ralentiza en oposición al ritmo exacto del metrónomo. En este último momento, ninguna instrucción del código funciona, a través del desgaste físico miramos lo imposible que es seguir el sistema del personaje. Hacia el final de la acción ni lo controlado, planeado o impuesto importa, ni el tiempo ni la funcionalidad de los elementos.¹

II

Casi enterrada entre los anaqueles del estudio hay una bolsa que guarda una gran tela negra con agujeros, tejida en 2016 para la pieza Efecto Marea: La Urgencia del Vínculo. Montada, la tela semeja la superficie de una masa de agua que separa la cabeza del cuerpo de un grupo de personas. La pieza está dispuesta para que el público entre en ella e interactúe entre sí bajo las dinámicas que impone el material.

Este trabajo podría remitir a Divisor de la artista brasileña Lygia Pape, una gran tela blanca con agujeros para introducir la cabeza activada en espacios públicos por grupos de personas que no necesariamente se conocían entre sí. De esta manera, la pieza de Pape era un lienzo en movimiento a través del andar de una masa.

Divisor, de Lygia Pape

Por su parte, las intenciones de Valentina estaban dirigidas hacia otro lado. Sin poder separar las conexiones entre arte y vida, sus proyectos están inspirados en sus vivencias de cada momento, vinculándose con los espacios o grupos sociales cercanos. Así, el arte le funciona para entender su relación con el mundo de una forma no racional ni lineal.

Originalmente, Efecto Marea estaba pensada para activarse por la comunidad de SOMA. A modo de experimento social, Valentina pidió en dos ocasiones que ingresaran a la instalación y permanecieran durante un periodo de tiempo. Posteriormente, repitió la dinámica en otros contextos, con otras comunidades establecidas.

Para Valentina es difícil hablar de esta obra pese a que le trajo reconocimiento en un certamen en Tucumán y se volvió un atractivo foco para selfies. Tanto en México como en Argentina imaginó que la dinámica provocaría un estado especial entre los participantes. Eso no pasó, al ingresar en la pieza uno no sabía qué hacer o cómo actuar, la tela se quedaba inmóvil en la habitación, como un objeto escultórico que condicionaba al cuerpo a estar. Tal vez por eso ahora se encuentra descansando en su bolsa.

III

El desconcierto que le dejó no saber cómo accionar aquella pieza dio pie a que Valentina llevase a cabo dos trabajos más: uno en el que hizo una traducción arquitectónica del edificio de SOMA a un plano tejido y otro titulado Aspecto Guía, pieza en la que se preguntaba por el significado de las cosas a través de textos traducidos a pictogramas. Nuevamente, en ambas piezas generó mecanismos plásticos para entender su relación e interacción con el espacio habitado.

Aspecto Guía parte de su encuentro con el lenguaje oral y escrito en un nuevo territorio. Al llegar a México desde Argetina, el idioma en común se convirtió en un tema importante, pues aunque aquí también hablamos español resulta que el lenguaje no es el mismo.

«Lo que al final era mi único punto de conexión dejó de serlo porque los conceptos cambian de significado. Entre el lugar del que vengo y este el idioma era el punto común y nada, que el idioma es el mismo pero no. ¿Cómo habitar este lugar?, ¿cómo habitar un lenguaje diferente?».

Mientras realizaba experimentos sociales con su comunidad sobre los límites del lenguaje llegó el terremoto de septiembre de 2017 en la Ciudad de México. «Todo perdió sentido en ese momento. No importaba lo que sabías de las cosas, ni quién eras, ni cuál era tu condición socioeconómica. Cuando la tierra se quiebra y se hace un agujero gigante nada importa», me comenta.

Y para Valentina ese fue el quiebre que cambió su perspectiva, pues la condición de aquel entonces no tenía ninguna traducción en palabras. De ahí vino una necesidad por crear otro lenguaje para habitar un microuniverso que se presentó por primera vez con la pieza La habitación de la lengua o la lengua de la habitación en enero de 2018.²

Como el comensal que se sienta frente a los huevos en una mesa para seis, los personajes de esta obra siguen una coreografía mecánica y cíclica al ritmo de un metrónomo. En este caso, forman parte de un organismo, en el que cada uno es vestido por una funda, en conjunto, componen un agujero negro por delante y una secuencia de iconos por detrás. Las caras del tejido permiten la construcción de un lenguaje codificado a partir de las diferentes combinaciones entre frente, espalda y perfil.

También como el comensal, los personajes demuestran no poder seguir al pie de la letra las instrucciones y quiebran el mensaje del lenguaje codificado. No son bailarines o performers profesionales y en cada presentación alguno se equivoca invariablemente. Nuevamente, el orden de las cosas que se propone como parte de un sistema inamovible resulta perder su significado y funcionalidad.

La obra de Valentina navega entre contraposiciones en una búsqueda de conocimiento y nuevas configuraciones de su relación con el mundo, casi terapéuticas. Siempre atravesada por el tejido y su máquina de tejer, heredada de su abuela.

Para la artista, el textil es un contenedor de secretos y lenguajes compartidos de generación en generación. Es siempre a través del acto de tejer que nacen sus reflexiones en torno al arte, el espacio en relación al cuerpo y los vínculos sociales, acto que después se transforma en puestas en escena, esculturas o dibujos.

En la mesa central de su estudio, Valentina se sienta frente a su máquina de tejer porque así es como entiende las cosas. Esa, su herramienta, es la que le permite escapar cada tanto del acoso de la nube violeta.

Fotos de estudio: Lorena Godínez Cuaxiloa

Imágenes de obra: Cortesía de la artista.

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¹ No somos el río, registro de la acción completa aquí.

² La habitación de la lengua o la lengua de la habitación, registro de la acción completa aquí.

Ficción y tiempo, en CCU Tlatelolco

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Por GASTV | Marzo, 2019

Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) presenta Ficción y tiempo, exposición colectiva que explora las dificultades del presente, mismas que conllevan al desencanto por el futuro. Bajo esta idea, la muestra propone la ficción y el impulso como posibilidades en el tiempo, como un acto para confrontar la incertidumbre.

Ficción y tiempo surge de la preocupación ante la incertidumbre del futuro, así como del rechazo a la nostalgia por el pasado. A través de dibujo, fotografía, escultura, pintura, instalación y artes escénicas, la exposición se despliega en cuatro ejes temáticos que parte de las preguntas, ¿qué futuro podemos imaginar hoy?, ¿dónde y de qué manera se almacena la memoria?, ¿cómo será visto el presente cuando sea pasado? y ¿la historia es fija e inamovible?

La muestra reúne el trabajo de 27 artistas contemporáneos, entre ellos Alejandra Rodríguez, Amauta García, Camel Collective, Carolina Fusilier, Chantal Peñalosa, Colectivo A.M., Cynthia Gutiérrez, Erick Beltrán, José Jiménez Ortiz, Leo Marz, María Sosa, Noé Martínez y Gabriel Cazares, Sofía Echeverri, Tláhuac Mata y Virginia Colwell.

De manera paralela, el 08 y 09 de diciembre se presenta la puesta en escena El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado, a cargo de Lagartijas tiras al sol, así como otras activaciones escénicas, conversatorios y un proyecto editorial.

Hasta el 31 de marzo de 2019.

Foto: Los Portentos, serie pictórica de Tlahuac Mata.