Octubre, 2017
En 1951 Jean Charlot (Francia, 1898-1979) publicó Dance of Death, un libro que cuenta con 50 ilustraciones originales de su autoría.[1] Como el título de la obra señala, los dibujos hacen alusión a la llamada Danza Macabra, género artístico de la Edad Media europea que a través de la representación de la muerte (emblematizada como esqueleto viviente) en encuentros con distintos personajes, buscaba alertar sobre su constante inminencia, como vehículo para el mejoramiento de la conducta religiosa y moral. En distintas escenas de la Danza Macabra, por ejemplo, los esqueletos atraviesan con sus propias lanzas a los guerreros o secuestran de manera dramática a hombres o mujeres. No obstante y a diferencia de la Danza Macabra medieval, el trabajo de Charlot contiene un sentido del humor muy particular; sin duda, influenciado en gran medida por su amplio conocimiento sobre el trabajo de José Guadalupe Posada de quien se informó mientras vivió en México y a quien dedicó este libro.
Jean Charlot nació en Paris dentro de una familia compuesta, en parte, de mexicanos y con una gran afinidad por cuestiones artísticas y culturales del país. Algunos de sus familiares, incluso, fueron coleccionistas de arte prehispánico y popular. Como se sabe, Charlot se estableció en México entre 1921 y 1922 y pronto se involucró en la escena artística local. Ayudó, ese mismo año, a Diego Rivera en el mural La creación en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. También, pintó Masacre en el Templo Mayor o La Conquista de Tenochtitlan, (1922-1923); un mural al fresco con el que demostró su amplio conocimiento y maestría sobre arte, desde las lecciones de Paolo Uccello hasta las del cubismo y el futurismo. Esta obra es reconocida como fundamental dentro del surgimiento del llamado “renacimiento” del muralismo mexicano.
Durante los seis años en los que residió en México, Charlot realizó innumerables actividades: pintó más murales y obras de caballete, colaboró dentro del grupo Estridentista, escribió crítica de arte, trabajó de distintas formas en la revista Mexican Folk-Ways y participó en expediciones arqueológicas. El artista, no está demás decirlo, recibió en más de una ocasión poco reconocimiento e incluso, un trato hostil mientras vivió en el país. El caso más emblemático de esto fue la destrucción de algunos de sus murales en la Secretaria de Educación Pública a cargo de Rivera; una polémica que comparada a otras de su tipo (en las que estuvieron involucrados Juan O’Gorman, David Alfaro Siqueiros o el mismo Rivera) fue poco debatida de manera pública. El artista de origen francés se mudó a Nueva York en 1928 y nunca volvió a residir en México. En Estados Unidos su producción escrita y plástica fue considerable. A partir de inicios de los años cincuenta se estableció en Hawái donde vivió hasta su muerte.
Mientras vivió en México, Charlot conoció el trabajo de Posada a través de su amigo José Clemente Orozco. En 1925, publicó su primer estudio sobre las caricaturas y calaveras del artista originario de Aguascalientes. A lo largo de su vida, Charlot regresó a la reflexión de la obra de Posada en varios ensayos, el último publicado de manera póstuma. El artista francés relacionó directamente las escenas de Posada con la Danza Macabra europea, quizá por ser un referente conocido. No obstante, siempre subrayó una diferencia elemental: el humor que contenían. En las calaveras de Posada, escribió, “el humor se sostiene a sus huesos de una manera más articulada que la tragedia que implican”. [2] Esta lectura sobre Posada es muy similar a la elaborada por el crítico Paul Westheim, años después, en su libro La Calavera (1953). Westheim también situó en línea el trabajo del grabador mexicano con la Danza Macabra y señaló como diferencia su humor. Para el alemán, el género de arte europeo carece de humor y su fin es alertar sobre la muerte inmediata, provocando una reflexión sobre la salvación eterna. En el caso de Posada, según su texto, no existe examen de conciencia. La muerte “no es la demoniaca adversaria del hombre, es más bien su contrincante en un juego que ambos juegan limpio”.[3]
En Dance of Death, Charlot recupera tanto la Danza Macabra como el humor negro presente en el trabajo de Posada. Por un lado, cada una de sus ilustraciones parece corresponder al género de arte medieval, al presentar una escena en la que la muerte o calavera visita a un personaje en específico, en una especie de encuentro uno a uno. Por otro lado, la ilustración y su leyenda (caption) cuentan con un sentido del humor que “no estimula a la fantasía a girar morbosamente en torno a lo macabro”[4], sino que desarma la tragedia encerrada en el momento en el que, en el juego entre la vida y la muerte, la segunda parece conseguir la delantera y triunfar. En el trabajo de Charlot, la calavera se burla de los comportamientos cotidianos y las expectativas comunes: al nudista lo invita a meterse a la tumba tal y como se encuentra, mientras que al artista (cuya ilustración recuerda a Salvador Dalí) le promete que los precios de su obra alcanzaran, finalmente, cifras inimaginables. Al poeta, por otro lado, le augura fama después de la muerte.
En el libro de Jean Charlot hay otro asunto a considerar en las ilustraciones además de su relación con la Danza Macabra y el trabajo de José Guadalupe Posada. Cuestión que se puede decir, actualiza ambos legados. Este elemento es la síntesis y relación que existe entre la ilustración y su leyenda que recuerda los dibujos en cuadros de los periódicos (cartoons). Charlot contó con una notable producción de este tipo de ilustraciones y su interés en tales caricaturas y dibujos no ha sido estudiado cabalmente. Mientras vivió en Estados Unidos, ilustró varios libros infantiles y dio clases en los estudios de animación Disney (además de escribir un par de ensayos sobre sus dibujos animados). Más aún, justo en el año que Charlot publicó Dance of Death trabajaba dibujando cartoons para un periódico de vocación católica. En este sentido, no sorprende que el personaje del monero (cartoonist) también aparezca en su libro: La muerte lo visita mientras que trabaja en uno de sus dibujos y le recuerda que ha llegado por él, como si fuera un mal chiste.
Dance of Death no es sólo una colección de imágenes y leyendas a la manera de cartoons. Charlot logra marcar un inicio y un final, estableciendo una suerte de narrativa basada desde la perspectiva de su religión. El libro inicia con una escena en el paraíso terrenal, espacio bíblico donde se origina la afectación y la muerte. La ilustración presenta a Eva y Adán junto con la serpiente y la manzana, a su lado se encuentra una cuna con una inquieta calavera bebé. El fin del libro, por su parte, enfatiza el humor de Charlot. Desde su perspectiva, ni la calavera escapa a su propia muerte cada año el día que se celebra la resurrección.
Entre estas dos escenas Charlot mezcla un diverso conjunto de personajes, provenientes de distintas épocas y lugares: el ermita, el técnico de rayos X, el hombre de negocios, el rey, el verdugo, el turista, el físico nuclear. En cada dibujo el humor está presente. Al hombre fuerte del circo, la calavera le demuestra su energía al cargar su lápida, mientras que al mesero le promete que no lo hará esperar para tomar su orden. Al verlo, la “damisela en apuros” se desmaya en los brazos del esqueleto. Tal variedad de personajes parece referirse al hecho de que la “muerte domina al mundo” a lo largo de la historia, siempre está presente y asechando a todos. Charlot enfatiza está cuestión de radical igualdad en un dibujo que alude a la Revolución Francesa. Aquí, la muerte aparece utilizando un gorro frigio mientras levanta la cabeza de una mujer con un elaborado peinado (quizá María Antonieta) justo después de ser decapitada. “Ha llegado el momento de soltarse el pelo”, la calavera le recuerda a la recién fallecida aristócrata.
Imagen: Dance of Death, de Jean Charlot.
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[1] Jean Charlot, Dance of Death. Nueva York: Sheed & Ward, 1951
[2] Jean Charlot, “Posada’s Dance of Death”. En An Artist on Art. Collected Essays of Jean Charlot. Volume II: Mexican Art. Honolulu: University of Hawaii Press, 1972, p. 181
[3] Paul Westheim, La calavera. México: FCE, 1992, p. 81
[4] Ibídem
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Daniel Garza-Usabiaga se ha desempeñado como curador en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México y como curador en jefe del Museo Universitario del Chopo. Recientemente estuvo a cargo de la dirección artística de Zona Maco, además de ser curador independiente.