Febrero, 2017
A unos días de la discusión de la Ley de Seguridad Interior, conviene recordar:
En la localidad de Columbus, Georgia, en Estados Unidos se encuentra el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, también conocido como la Escuela de las Américas, organización de instrucción militar del Ejército de Estados Unidos. De 1946 a 1984, existió en el canal de Panamá una división de esta institución llamada Centro de Entrenamiento para Latinoamérica, División de Tierra, la cual se especializaba en servir como instrumento para preparar a las naciones latinoamericanas a cooperar con los Estados Unidos y mantener un equilibrio político, contrarrestando la influencia creciente de organizaciones políticas de ideología de izquierda. De esta división se graduaron generales que orquestaron golpes militares en Bolivia, República Dominicana, El Salvador, Perú, Panamá, Argentina y Chile; así como jefes de distintos cárteles del narcotráfico, y de inteligencia en gobiernos marcados por masacres y crímenes contra la humanidad.
La realidad en México ha sucedido diferente, aunque la presencia militar no ha tenido la del corte de una dictadura abierta, su participación ha sido clave para asesinar, torturar y reprimir a la población a lo largo de la historia: en 1958 en el contexto de la huelga ferrocarrilera, en 1968 en la masacre estudiantil del 2 de octubre, en 1971 en el llamado halconazo (y el resto de la década a lo largo de la guerra sucia), en 1994 en el enfrentamiento con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado de Chiapas; en 1995 fue responsable de la masacre de Aguas Blancas, en 1997 de la de Acteal y en 2014 de Ayotzinapa, sólo por mencionar algunos ejemplos. Sin embargo, si antes se hablaba de la dictadura perfecta de un partido hegemónico, con el empoderamiento del ejército, desde Felipe Calderón a la fecha, el PRIAN, refugiado en las fuerzas armadas, nos acerca cada vez más a la posibilidad de una dictadura militar.
Tras su llegada a la presidencia, en 2006, Felipe Calderón no sólo asumió la militarización del país bajo la bandera de la lucha contra el narcotráfico, sino que en 2008, amparado en el supuesto de la “corresponsabilidad” de Estados Unidos en el complejo problema del narcotráfico, aceptó la creación de la Iniciativa Mérida, la cual implicó que la DEA, la CIA, el Pentágono, el FBI, el Departamento de Estado, ICE, CBP y demás agencias federales estadunidenses dirigieran las operaciones antinarcóticos en México. Además de que dio luz verde a la creación de la Oficina Binacional de Inteligencia, la cual facultó al Pentágono, la NSA y la DEA, entre otras dependencias, para realizar operaciones de inteligencia militar en México. Del calderonismo a la fecha, la militarización asistida ha sido la estrategia del gobierno federal en materia de seguridad y con ello las violaciones a los derechos humanos se han catapultado en todo el país durante la última década. En el gobierno de Felipe Calderón, las Fuerzas Armadas acumularon 9 mil 228 demandas por violaciones a derechos (1), las muertes ascendieron a 121 mil (2) y el número de desaparecidos a más de 20 mil (3), mientras tanto han quedado impunes miles de casos de tortura, desapariciones forzadas, violaciones y ejecuciones extrajudiciales: «De las 4,000 denuncias por tortura revisadas por la PGR desde 2006, sólo 15 han terminado con una condena.» (4) Así, dicha administración empoderó la Fuerzas Armadas y las volvió intocables, les dio presencia en las calles y les aumentó el presupuesto anual (5).

Felipe de Jesús Calderón Hinojosa con uniforme militar
Alineándose de manera fidedigna con el discurso gubernamental, en 2008 y 2012 el artista Pedro Reyes colaboró en campañas de desarme de la SEDENA, sumándose a la lucha contra el narco y extendiendo el proyecto militarista a la producción artística a través de una salida ‘poética’: con sus proyectos Palas por Pistolas y Disarm, éste último transformaba armas en instrumentos musicales. De esta manera Reyes, al reverberar la retórica oficialista de la «guerra contra el narco», devino en extensión prostética y secretario de ingeniería social del ejército por medio de las artes. La transformación de residuos de armas en objetos o esculturas es una práctica común en la cultura militar mexicana. En la Sexta Zona Militar en Saltillo, Coahuila, un herrero anónimo convirtió las armas que civiles canjearon por dinero, en una escultura del escudo del Heroico Colegio Militar, el cual ahora adorna el cuartel; asimismo, una banca elaborada por Nicolás Cruz, Sargento Segundo en materiales de Guerra en el estado de Nuevo León, ha sido colocada en el espacio público como obra de arte para el disfrute ciudadano, El Bronco destacó el trabajo de los soldados al convertir objetos que se han utilizado para el mal en objetos útiles, y es que al hablar de cultura castrense estos ejemplos son muestra de que la producción simbólica puede ser utilizada como complemento de una campaña de desarme, pero también de que incluso en el arte contemporáneo: «las líneas entre programas militares y público y arte social o estética relacional están siendo borradas.» (6)

De izquierda a derecha: Banca de Nuevo León, Escudo en Coahuila y “Disarm”, de Pedro Reyes
El militarismo no se ha reducido con Enrique Peña Nieto, pues si Calderón sacó al ejército a las calles, esta administración la pretende infiltrar en la policía. Aunado a que los atentados contra los derechos humanos no han disminuido y el estira y afloja entre la represión y la denuncia ciudadana ha sido el sello de este sexenio. Así fue en septiembre de 2014, cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto fue marcado por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero; en investigaciones periodísticas, como las de Anabel Hernández, se ha señalado al ejército y la policía federal como responsables bajo el móvil de proteger el trasiego de heroína a EUA, tras la toma accidental de un camión con dicha sustancia por parte de los estudiantes. Asimismo los encargados, intentaron cubrir los rastros de los normalistas y entorpecer las investigaciones del grupo de expertos denotando un cínico desgane inmortalizado por el «Ya me cansé» del exjefe de la PGR Jesús Murillo Karam, sumado al engaño a ultranza, como sucedió con Tomás Zerón, quien fue responsable de sembrar pruebas falsas en el basurero de Cocula, dejando el caso sin resolver, demostrando contubernio entre las dependencias de justicia y apelando a que la confusión y el cansancio popular tranquilizaran las aguas. La ciudadanía en todo el país se volcó a las calles, los medios hegemónicos criminalizaban a los normalistas y manifestantes, y el Estado empezó a implementar estrategias de represión para desgastar el músculo de la denuncia: levantones, presos políticos, imputación de cargos como «terrorismo» a manifestantes, chantajes y amenazas a los familiares de las víctimas y grupos de choque se hicieron evidentes como estrategias de shock, control y manipulación gubernamentales, así como la distorsión de todos estos eventos fueron el pan de cada día en la televisión y la radio.
En dicho contexto, así como en cada coyuntura, el sector cultural metropolitano se volvió a preguntar: ¿cuál es el papel de las instituciones culturales en la situación política actual? En la esfera del arte mexicano, históricamente más inclinada a asumir una postura de izquierda que una abiertamente de derecha, es usual encontrar paradojas entre el estandarte antineoliberal, el hambre de ser reconocido bajo un esquema capitalista y la utopía de hacer la revolución desde el museo, asumiendo una batuta que denota un desprecio condescendiente a las masas ‘analfabetas’, así como una diferenciación de clase con aquellos a quienes usamos como bandera en redes sociales y “piezas de arte comprometido”.
Tal fue el caso en el «Foro de Cultura y Emergencia Social» realizado por el Museo Universitario de Arte Contemporáneo en noviembre de 2014. En dicho momento, el personal administrativo del museo decidió involucrarse desde su trinchera haciendo una convocatoria a los profesionales de los museos de arte de la Ciudad de México, y a la comunidad artística en general, para: «dialogar de modo civilizado y ordenado en torno al rol que los profesionales de la cultura y sus instituciones debemos tener en la crisis presente […] (dónde) sin la ambición de llegar a acuerdos ni buscar acciones colectivas, exploraremos la búsqueda de alternativas». El evento de cupo limitado, que exigía registro previo, se emplazaba en el formato de un conversatorio de arte contemporáneo, donde curadores, gestores y artistas especulaban y opinaban sobre la coyuntura. Cuando una participante propuso realizar un viaje a Ayotzinapa para comenzar la discusión desde un encuentro directo: la negativa fue rotunda. Mientras la participación, vinculación y trabajo horizontal con otros sectores fue omitida de facto, la autosatisfacción inundaba la atmósfera bajo la apariencia de haber cumplido una cuota combativa hecha pública a través del tuitazo y el feis, quedando claro que el involucramiento tardío y superficial de las elites culturales en las luchas populares, fácilmente se reduce a una válvula de escape estabilizadora, pues «la resistencia de aparador es sencilla de ejercer mientras lo estructural no se toque.» (7)
Durante la guerra sucia (1968-1978) la tortura y la desaparición forzada a manos del gobierno, fueron estrategias de contrainsurgencia que desde la masacre estudiantil del 68 se sistematizaron para reprimir de manera selectiva a disidentes y comunistas. Distintos agentes culturales alzaron la voz contra la represión, sin embargo, resulta notorio quiénes callaron, y es que el hecho de que tanto David Alfaro Siqueiros, máximo representante vivo de la vieja guardia nacionalista, como José Luis Cuevas, representante de la derecha modernista, hayan mantenido una relación de respeto y decoro con el presidente Luis Echeverría, guardando un silencio absoluto al respecto, demuestra dos condiciones extensivas a los agentes culturales contemporáneos: 1. Que una izquierda temerosa y desgastada poco puede hacer para detentar oposición al régimen y 2. Que la derecha poco hará por salir de la sombra de las elites.
La experiencia de los últimos sexenios deja en evidencia que poner al ejército a cargo de la seguridad pública puede llevar a una militarización, hermanada con las dictaduras latinoamericanas, donde imperará la violencia, desapariciones forzadas, desplazamientos, violaciones y ejecuciones extrajudiciales. Bajo este tenor, es importante notar la manera en que se ha instrumentalizado a la cultura como vehículo para normalizar y difundir la militarización del país, mientras que por otro lado la oposición del gremio cultural del arte contemporáneo tiende a dormirse en laureles de lucha pasiva, al apropiarse de consignas populares desde una posición oportunista.

De izquierda a derecha: Luis Echeverría con Siqueiros y Luis Echeverría con José Luis Cuevas
NOTAS
1. “Fuerzas armadas impunes en violencia de derechos humanos», en: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2015/03/17/fuerzas-armadas-impunes-en-violaciones-derechos-humanos/ (consultado el 18 de febrero de 2017)
2.“Más de 121 mil muertos el saldo de la guerra contra el narcotráfico” en: http://www.proceso.com.mx/348816/mas-de-121-mil-muertos-el-saldo-de-la-narcoguerra-de-calderon-inegi (consultado el 18 de febrero de 2017)
3. “Más de 20 mil desaparecidos en el sexenio de calderón” en: http://www.animalpolitico.com/2012/12/mas-de-20-mil-desaparecidos-en-sexenio-de-calderon-ong/ (consultado el 18 de febrero de 2017)
4. “La letalidad desproporcionada de las fuerzas armadas genera preocupación en México”, en: https://www.nytimes.com/es/2016/05/26/la-letalidad-desproporcionada-de-las-fuerzas-armadas-genera-preocupacion-en-mexico/ (consultada el 18 de febrero de 2017)
5. “Se duplicó en el sexenio el presupuesto de SEDENA y marina” en: http://www.animalpolitico.com/2011/09/se-duplico-en-el-sexenio-el-presupuesto-de-sedena-y-marina/ (consultada el 18 de febrero de 2017)
6. “Neoliberalismo y autonomía», por Irmgard Emmelheinz, en: http://salonkritik.net/10-11/2014/01/neoliberalismo_y_autonomia_del.php (consultado el 16 de febrero de 2017)
7. «Tiempos de desasosiego o las contradicciones de no saber qué hacer desde la cultura y el arte” por Brenda J. Caro Cocotle, en https://gastv.mx/tiempos-de-desasosiego-o-las-contradicciones-de-no-saber-que-hacer-desde-la-cultura-y-el-arte-por-brenda-j-caro-cocotle/ (consultado el 16 de febrero de 2017)
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