Por Sandra Sánchez / @phiopsia
“Raza de Caín, en tu antro, / Pobre chacal, ¡tiembla de frío!” son los versos que encontramos en la portada de la revista Caín; el poema de Baudelaire, continúa “Raza de Caín, tu tarea / Todavía no la cumpliste;”.“Raza de Caín, sube al cielo, / ¡Y arroja a Dios sobre la tierra!”. El último verso me inquieta, y aunque no es el que escogieron para la portada, sí que contiene la misión del “pobre chacal” que tiembla de frío. Si interpretamos los versos en el contexto de la crítica de arte ¿qué es lo que ésta debería arrojar hacia lo mundano?
Las obras de arte tienden a desnaturalizar nuestras vivencias. Nos invitan a que miremos con una actitud distinta. Introducen la pregunta por el significado, el sentido y la sensación que nos producen cosas y situaciones —ante los que generalmente pasamos distraídos—. Los objetos artísticos no son pasaportes para un mundo que se encuentra en otro lado, el afuera no existe; más bien son una materialidad que establece relaciones entre distintos elementos de nuestra cotidianidad. Las piezas cuestionan, proponen, traen al frente lo común, que por ordinario se oculta.
Si desempolvamos un poco a Kant, se sigue que la crítica consiste en señalar las condiciones de posibilidad que tiene algo para aparecer. No toda la crítica tiene la misma finalidad, es imposible abarcar el fenómeno (artístico) en su totalidad. Es por ello que la crítica no se centra sólo en los aspectos formales del objeto; las condiciones van más allá, conteniendo cruces históricos, políticos, sociales, institucionales, etc. El etcétera no es gratuito, creo que justo en esa expresión se pierde constantemente la crítica, la cual, al carecer de un catalejo que le permita enfocar un punto, naufraga en puertos cuyos muelles se reducen a un montón de información sin ton ni son.
Desde la portada leemos cuál es el enfoque de Caín, “reseñas de exposiciones” en la ciudad de México. En la siguiente página nos cuenta más sobre sí: es bimestral, las obras que analiza son contemporáneas, es una cooperativa, es gratuita, existe tanto impresa como en línea, y circula en museos, galerías y “otros espacios culturales”. Todas esas características apuntan a la necesidad de un diálogo con el propio medio del arte; esa conversación es su marca de identidad. Editada por Óscar Benassini —quien también tiene a su cargo la revista La Tempestad y el diario de diseño Folio—, Caín ofrece una lectura aguda sobre las diferentes condiciones que hacen posible una exposición.
Aunque el criterio editorial es uniforme, es experimental en contenidos no en forma, el enfoque de cada integrante (sea artista, teórico o curador) muestra su línea de investigación. Algunas propuestas son más osadas que otras, sin embargo, la calidad es homogénea; no encontré ni un sólo artículo que sólo enlistara información. Para muestra un botón del tercer número, marzo-abril 2014. En su crítica a la exposición Desbordamientos de la lógica de la productividad, Luis Felipe Ortega analiza cómo la curadora Bárbara Cuadriello, de la Colección Isabel y Agustín Coppel, introduce la pregunta por “el proceso crítico de los artistas, desde sus obras, respecto a la economía y los procesos de producción”. Esta relación entre producción artística y economía es desplegada por Ortega hacia el lugar donde las obras están siendo expuestas y hacia el rol que juega el curador al proponer una forma de ordenar las obras y su significado. Termina el artículo cuestionando “¿Cómo habrían de desplegarse ciertos tipos de visibilidad desde la curaduría?”.
Si bien valoro el esfuerzo del equipo de Caín, el diálogo que abren y los cuestionamientos que plantean, en general percibo cierta timidez en la mayoría de los artículos. Se señala magistralmente la construcción de las exposiciones, pero pocas veces se genera una propuesta alterna o un señalamiento específico de sus carencias y necesidades. Quizá tenga que ver con que en algunos casos el autor crítica ejercicios curatoriales que se llevan a cabo dentro de la misma institución en que trabaja; aunque la hipótesis es difícil de comprobar, es una constante que a veces resulta más difícil criticar lo que se encuentra en casa.
Con ello no quiero decir que eso suceda en todos los casos, hay artículos que incluso cuestionan el funcionamiento de las exposiciones dentro de la propia institución, como en Los efectos físicos a largo plazo son aún desconocidos. Benjamín Torres, escrita por Pilar Villela. En el artículo no sólo se argumenta la importancia del artista, sino las carencias curatoriales de la exposición, al tiempo que se proponen posibles alternativas. Como lectora, se agradece que no sólo sea impecable el contenido, también la forma es cuidada generando un tono irónico pero respetuoso ante lo criticado. Al leerla recordé el ingenio (wit) de la crítica inglesa.
Caín es crítica de arte porque efectivamente analiza las condiciones de posibilidad de las exposiciones que reseña, pero ¿nos basta con eso?, ¿es responsabilidad del crítico ensayar alternativas ante los vicios de su medio?, ¿qué detona en el lector? Para contestar la última pregunta le invitamos a sumarse a “la raza de Caín”, esperando que en futuros números sea más evidente su arrojo de los dioses del arte, hacia la tierra.